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Clásicos contemporáneos inevitables

Quizá por esta razón traigo hoy a El libro  de la semana a dos auténticos narradores de la vida. Dos autores que han dejado sobre el papel auténticas historias que todos podíamos haber vivido en primera persona. Se trata de Joseph Roth y Léon Bloy. Dos autores que vivieron los mismos tiempos, la misma Europa sangrante, las mismas sensaciones… Uno judío y el otro católico; uno con problemas de alcoholismo y el otro con una mente revolucionaria; uno representante del dolor humano y el otro del concepto cristiano de la existencia. La obra de ambos, al fin, encierra un estilo de vida que define su época y sus vicisitudes.

Tarabas (Acantilado) es una de las obras más apasionantes de Joseph Roth, y puedo asegurar que no es la única, y para gustos los colores, otros tampoco dirán que es la mejor aunque en la obra de Roth se replican determinados tic de autor. La historia que cuenta es una maravilla narrativa que engancha desde el principio y el lector se mete en la carne de Nikolaus Tarabas, protagonista de la historia, donde el autor vuelca su identidad más fenotípica y cuya vivencia es el reflejo de los deseos y las fobias no confensables de Joseph Roth. La guerra, Rusia, Austria, las mujeres, la familia, el alcohol… Todo es recogido en plena madurez de su vida, como una especie de legado, una especie de "Todo el mundo lo conocía pero que él nunca se atrevió a contar". La vida de Joseph no fue fácil. Desde su nacimiento fue tortuoso que lo hizo sin la presencia del padre, que desapareció de su casa antes de que él naciera. Educado por su madre y rotando de familiar en familiar, hasta que pronto comenzó a escribir como una vía de escape a su frustración constante. Patriota y luchador, educado con parámetros judíos. Sufrió una de las primeras persecuciones cuando conoció el primer éxodo de judíos hacia occidente. Desorientado en su vida por todo lo que le daba la estabilidad necesaria para encontrar la felicidad. Aunque él era un judío, nunca fue creyente ni practicante. Se casó con Friederiche Reichler, también judía, con la que se estableció en Berlín y una vez más la vida le trunca al descubrir que su mujer es esquizofrénica y el desconsuelo le termina llevando hacia algo que no le falle: el alcohol, que se convertira en el gran aliado de su creación literaria y la autocompasión con su vida hasta que este acaba con ella, debido a  su vicio a la bebida.

En el caso de Léon Bloy encontramos el contrapunto y su pequeña recopilación de Cuentos del guerra (El Cobre) nos muestra una revisión de las atrocidades que la guerra puede procurar a la mente humana y la visión de la vida, siempre desde un prisma católico e irreverente con los burgueses y muy crítico con la actitud católica de la época (frívola y paniaguada). Léon nace en una humilde familia, trabajador de múltiples tareas manuales, es hasta su juventud un revolucionario anticlerical. Una vez convertido al catolicismo, convierte la fe en su arma de lucha y la espuela con la que azuzar a la sociedad gracias a sus relatos y artículos periodísticos en la pequeña gaceta de su propiedad. Cuentos de Guerra es la recopilación de relatos de la guerra francoprusiana. Pero si usted llega a ser lector de este breve volumen, no debe quedarse en las escenas de guerra (no todas son de guerra) si no profundizar en lo que ocurre en el subsuelo de la historia, la visión de la conveniencia de la religión o las reacciones humanas de los personajes, algunas veces henchidas de sobrenaturalismo, quizá más en el deseo del autor que en la realidad de lo que sucede.

En todo caso recomiendo vivamente la lectura de ambos y si el lector sabe distanciarse del estilo, ahora algo en desuso, sí le aseguro que encontrará una delicia en la forma de narrar, agilidad en lo escueto de los diálogos y reflexión suave y amable en la manera de trasladar en sus páginas la problemática del alma humana, sus pasiones, desvelos y goces. Entonces sabrá por qué recomiendo hoy a estos dos autores imprescindibles. Sobre todo para un lector que se llame avezado y se considere culto, o desee llegar a serlo.

¡Qué lo disfruten!

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