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Déjame que te cuente

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Madrid, 7 de julio de 2011

Me encuentro viajando en autobús por Madrid. Me apeo en Goya y camino por calles que me traen muchos recuerdos de mi juventud. Miro los edificios, parece que nada ha cambiado, pero mi mente lo ve todo distinto. Retrocedo en el tiempo, y me doy cuenta que lo que ha cambiado ha sido mi vida. He pasado de una juventud a una persona mayor. Me paro a pensar y me distraigo, pasan por mi mente tantas cosas… tantos recuerdos que no se pueden borrar. Me entra tristeza, y esa nostalgia me da media vuelta. Y en mi interior, noto una satisfacción, por poder recordar tantas cosas del pasado, que están grabadas en mi corazón. Y me hacen sentir orgullosa, porque todo eso lo pude vivir.

Ahora a mi edad puedo recordar tantas maravillas que nos da la vida. Esas historias del pasado que las revives contándoselas a tus nietos, amigos y compañeros de esa época de tu vida. Recuerdos que se han convertido en una fuente, la que cada día va soltando una gota de agua, la que cae sobre tus nietos y les hace crecer una ramita nueva. Ves que se están convirtiendo en un árbol que va creciendo, se están haciendo mayores y sientes esa alegría por dentro.

Estas cosas hay que vivirlas para sentirlas. Soy mayor y pienso en el pasado, pero me quedo con lo más bonito de mi vida: el presente que intentaré vivirlo lo mejor posible. Del futuro por el momento me olvido. Hoy día me entretengo escribiendo en mis ratos libres y procuro dejar mis vivencias escritas para los que vienen detrás. Esa huella que dejan los abuelos que si las plasmas quedarán en el recuerdo, y quizá un día les dará placer leerlo. Aunque haya cosas que no tengan gran importancia, la vida ha evolucionado y los jóvenes ven las cosas de otra forma…

Una pausa, vuelvo de mi viaje por Madrid. Llego a Vicálvaro. Al salir del metro miro alrededor, noto otra confusión entre el pasado y presente. Recuerdo cuando llegué a este pueblo pequeño y solitario. Me invadió la tristeza, la cual poco a poco fui superando. El pueblo evolucionó y me fue difícil acostumbrarme. De pronto me pasé, miré hacia adelante y noté una alegría dentro de mí y me dije: “este es mi pueblo y por siempre será mi pueblo”.

Bajé por calles, me encontraba con gente conocida, nos dábamos un abrazo. Entonces me di cuenta de lo que tenía. Valoré a este pueblo y a sus habitantes. Bajé a la plaza de Don Antonio de Andrés, vi su imagen y me trajo muchos recuerdos. Ese gran doctor que cuidaba a los habitantes de Vicálvaro como si fueran sus hijos y que dejó huella, por eso le tendremos por siempre en nuestra plaza. En nuestro querido pueblo, Vicálvaro y en nuestro corazón.

Don Antonio nos dejó su herencia. Su hijo, Emilio de Andrés, quien le sucedió como doctor, le admiramos como profesional y como persona. Y aceptamos con satisfacción el ser los ahumados por la historia que viene de tiempos atrás. Relacionada con la virgen de la Torre y el Duque de Ahumada. Los vallecanos tienen la virgen, los vicalvareños nuestro parque y nuestro apodo (ahumados), el que llevamos con mucha dignidad. Y muy satisfechos de la parroquia Nuestra Señora de la Antigua, que en tiempos era única en Vicálvaro.
 
Ahora retrocedo, cuando me quedé sola fue duro, pero eché valor a la vida, me tracé un reto y salí del hoyo en el que estaba sumida. Empecé en talleres en el centro de mayores. Allí conocí a muchas personas que me dieron mucho amor en aquellos momentos de mi vida. Después me fui dando cuenta que muchas personas estaban en mi misma situación. Éramos como una piña y realizábamos cosas muy bonitas dirigidas por Feli, la que deseamos que siempre esté con nosotros.

Yo, María, estoy muy agradecida a todos los compañeros en plural que me dieron ese amor que se lleva dentro del corazón y que yo en aquellos momentos tanto necesitaba. Este hogar es mi segunda casa, gracias Feli por tu apoyo. Gracias compañeros, os quiero… los que se fueron, los recuerdo con cariño.

No puedo dejar sin un agradecimiento a nuestra concejala doña Carmen Torralba, por esforzarse en darnos todo lo que está a su alcance. A doña Mercedes, directora del centro. Nuestra Mari Luz, que nos pone trampas en memoria, pero nos reímos mucho de eso porque es muy sano para todos y sobre todo para los mayores.

Admiramos al personal de Calahorra Instituto de Salud Pública. Gracias a todos por ayudarnos en circunstancias de nuestras vidas, en ciertos deterioros que vamos teniendo. Y a todo el personal que trabaja en el centro, por ser tan amables y comprensivos con los abuelos. También, gracias por su atención al Centro de Día de Vicálvaro en la calle Daroca, 342.

Eso es “AMOR, AMOR, AMOR”. Os quiero.

María Sánchez Martín Ávila

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