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El radicalismo excluyente

El 37 Congreso Federal del PSOE ha servido para que Zapatero se haya hecho un partido a su medida. Lo que ha sucedido tiene cierto paralelismo con el Congreso del 79, cuando González forzó al PSOE a abandonar el marxismo como referente programático. Ahora ha quedado formalizado que el PSOE es un partido radical que quiere impulsar un cambio para dejar atrás el gran acuerdo de la Constitución del 78. En nombre de la llamada ampliación de derechos se impulsará una destrucción de la tradición occidental que la socialdemocracia y el centroderecha europeos habían compartido desde los años 50 del pasado siglo.

Es muy indicativo que se defienda la retirada de los símbolos religiosos de los lugares públicos. La composición de la nueva Ejecutiva, en la que se integran personas que han batallado contra la clase de religión o que han promovido manifiestos en los que los monoteísmos se consideran fuente de división entre los ciudadanos, es muy reveladora. 

Da la impresión que en este caso Zapatero ha pisado el acelerador de un cambio en el que el laicismo excluyente es la punta del iceberg de un modelo de ciudadanía en el que no cabe la pluralidad. Sin duda, la crisis económica, para que no se acabe implantando el radicalismo, es decisiva, pero no es suficiente; si el PP quiere ser alternativa de gobierno debe formular una propuesta, cosa que hasta ahora no lo está haciendo. 
 

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