A menudo escuchamos y aguantamos a ecologistas de moqueta y a revolucionaros de barra de bar, despotricar de todo, imponiendo sus opiniones con discursos demagógicos, siempre llorando por los rincones y culpando al mundo de todos sus males; afanándose en defender y reclamar agua y comida para todos, pero oponiéndose a los métodos razonables para intentar conseguirlo; quieren pastos y montes limpios y accesibles, pero impiden el pastoreo tradicional. Sin embargo, tragan con la ineficacia y la pasividad de las políticas medioambientales.
Que conste que también hay ecologistas serios y consecuentes, pero al carro del ecologismo se han subido impresentables que lo único que buscan es sacar dinero y quedar bien en la foto (si es con fondo verde mucho mejor). Pero no se trabaja y se desarrollan realidades medioambientales sólo por vestir pantalones de pana y camisas de cuadros.
Termino, y quiero hacerlo de forma optimista y constructiva: señores ‘eco-llorones’, los incendios se apagan con los trabajos de invierno y no con suspiros y llantos estivales.