Aunque convenga pasar página sobre el caso Dominique Strauss-Kah (DSK), director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), ya en manos de la Justicia, no se puede entrar en la discusión de quién debe ser el sucesor de DSK como si no hubiera pasado nada: los ministros y las instituciones comunitarias se han apresurado a pedir que sea europeo, como manda la tradición. Otros aprovechan el episodio, que ha terminado con la carrera política del francés, para exigir otro tipo de cuota, en este caso de género, que no hace sino seguir la misma lógica. Y los hay que creen que debe ser originario de una de las grandes economías emergentes, lo que a estos efectos significa tres cuartos de lo mismo. Después de la experiencia, el principal criterio que se debe seguir para determinar quién debe dirigir el FMI ha de ser el de la competencia y la eficacia. Y si además fuera europeo, mejor, porque significaría que los mejores gestores de la economía mundial están en Europa, tesis cuando menos discutible. De todas las maneras, pienso que la experiencia es dura e importante, que su sustituto definitivo, hombre o mujer, ha de ser como la mujer de Cesar: “No sólo ha ser honrada sino que debe parecerlo”. No sólo honrado y capaz en lo económico sino recto en lo moral.
