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Ferrer Dalmau inmortaliza el épico combate del Glorioso, frente a varias escuadras inglesas

El navío de guerra español Glorioso regresaba de América, en 1.747, con un rico cargamento de nada menos que cuatro millones de pesos de plata. Nos encontramos en la Guerra del Asiento y en el marco de la Guerra de Sucesión Austríaca. Como de costumbre, los ingleses acechan la ruta de los galeones, tratando en su mejor tradición corsaria, de hacerse con los tesoros que llegaban de América. Pero en esta ocasión fueron a dar con un intrépido capitán, Don Pedro Mesía de la Cerda y una no menos valerosa tripulación, que en el transcurso de cuatro combates supieron dar buena cuenta de varias escuadras inglesas. El pintor Augusto Ferrer Dalmau, que ha sabido recoger con sus pinceles tantos hechos de armas de España, con el asesoramiento del popular escritor Arturo Pérez-Reverte, ha plasmado la épica de esa gesta que, sorprendentemente, en su día encontró el reconocimiento de los compatriotas de aquellos héroes. La obra, para la memoria y el orgullo de los españoles de hoy, se muestra en el Museo Naval de Madrid.

Antes de entregar su preciada carga en España, el navío de línea de la Real Armada Española Glorioso, de 70 cañones, tuvo que enfrentarse a sendos ataques, en solitario, por parte de escuadras inglesas muy superiores en número y potencia de fuego, primero a la altura de las Azores, y luego frente al Cabo de Finisterre. Tras causarles serios daños y poner en fuga a los barcos ingleses, y con escasas pérdidas y leves daños, el Glorioso rindió viaje en el puerto gallego de Concurbión, donde descargó la plata traída de América.

Unos días después y al objeto de hacer las reparaciones que el navío precisaba, el Glorioso pone rumbo a Cádiz. Durante la singladura, el Glorioso fue atacado sucesivamente, en dos combates, por cuatro fragatas corsarias inglesas y por los navíos Darmouth y Russell, a la altura del Cabo de San Vicente. Pese a la inferioridad de fuerzas y a que todavía estaba dañado por las dos batallas anteriores, el Glorioso todavía pudo poner fuera de combate a las 4 fragatas inglesas, y hacer estallar el navío Darmouth, muriendo prácticamente toda su tripulación y su comandante.

Finalmente y sólo tras ver agotada toda su munición y por tanto verse impedido a seguir luchando, el capitán del Glorioso se entregó al Russell. El Glorioso fue llevado a Lisboa, en un intento de los ingleses de recuperarlo para incorporarlo a la Royal Navy, pero su estado era tal, después de cuatro combates sucesivos, que hubo que desguazarlo.

Varios oficiales ingleses fueron juzgados e, incluso alguno expulsado de la Royal Navy, por negligencia en el combate. En cuanto al capitán español y su tripulación, fueron llevados como prisioneros de guerra a Londres, donde su gesta suscitó la admiración de los ingleses. A su regreso a España, tanto el capitán como su tripulación fueron recibidos como héroes, algo inusual en un país, por lo general muy cicatero con sus mejores hijos. En concreto, el capitán Pedro Mesía de la Cerda fue ascendido a Jefe de Escuadra, como reconocimiento a su valor, y posteriormente alcanzaría el grado de Teniente General de la Real Armada y Virrey de Nueva Granada (actual Colombia). Sin duda, aquellos antepasados nuestros deben servir de ejemplo para la España actual, que desgraciadamente tan a menudo duda de si misma.

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