El portavoz municipal socialista, Jaime Lissavetzky, ha visitado esta mañana el centro de Innovación Ballesta, conocido como CIBALL, dedicado al fomento de la innovación tecnológica y la creatividad. Lissavetzky ha reclamado al gobierno municipal que extienda este tipo de centro a otros distritos con el fin de cambiar el modelo productivo tradicional, basado en el turismo y el “ladrillo”. “Necesitamos añadir a Madrid un distrito tecnológico, el distrito XXII, íntimamente ligado a la empresas para fomentar la innovación”.
El Ciball es un local de apenas cien metros cuadrados de superficie, situado en la planta baja del número 41 de la calle Corredera Baja de San Pablo, en pleno centro de Madrid. El espacio ofrece formación gratuita en herramientas de trabajo innovadoras y sirve de lugar de conexión entre las empresas y aquellas personas que disponen de proyectos de innovación. Lissavetzky lo ha definido como un modelo que debería reproducirse en el resto de los distritos de la capital como acicate para transformar el modelo productivo de esta ciudad.
“Madrid es una ciudad con un elevado número de neuronas por metro cuadrado y hay que aprovechar este capital humano”, señaló el portavoz socialista. Y la administración local debe promover lugares como el Ciball que fue creado con fondos del Plan España del anterior gobierno central. Un proyecto asumible desde el punto de vista económico, unos 200.000 euros, y que resulta extraordinariamente eficiente.
Lissavetzky aseguró que se echa las manos a la cabeza cuando se entera de que el Ayuntamiento venderá locales en el centro de Madrid que podrían acoger otros “ciball´s”. El portavoz socialista mostró una información aparecida en un medio de comunicación en la que se asegura que se venderán locales de unas dimensiones similares al centro de Innovación de Ballesta en las calles Amparo y en Ribera de Curtidores. “¿Por qué no venden el Palacio de Cibeles que es una tumba económica en la que se han enterrado 510 millones de euros?”, se preguntó.
El portavoz socialista volvió a criticar los excesos en acomodar un Palacio, cuando lo que se necesitan son espacios funcionales que dinamicen la economía de esta ciudad que, en tan solo un año, ha descendido del puesto 6 al 11 en el ranking de la Sociedad del Conocimiento, según el barómetro de Economía Urbana.
