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Los alunizajes, un negocio ‘muy familiar’

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Operaban de madrugada y cometían unos cuatro robos por noche. Se llevaban el botín y las máquinas expendedoras robadas a su centro de operaciones: el poblado chabolista del Río Guadarrama en Móstoles. Actuaban empleando coches robados, vehículos de alta gama y gran cilindrada que empotraban contra la tienda en cuestión.

Uno de los detenidos de esta operación es Óscar Bote Vargas, español de 31 años, con 27 detenciones y con cuatro requisitorias de ingreso en prisión desde el 2009. Proviene de una familia de aluniceros, uno de sus hermanos cumple también prisión por delitos similares. Y es que hace dos años la Policía detuvo a Félix Bote Vargas, a un hermano del ‘Rafita’, el joven condenado por la macabra muerte de Sandra Palo, y o otros tres amigos de lo ajeno. Todos sumaban mas de cien antecedentes policiales.

Pero los Bote Vargas y los ‘Rafitas’ no son las familias más conocidas en este mundillo. Ahí está Francisco Javier Martín Sáez, el ‘Niño Sáez’, considerado un crack reventando cajas fuertes y marcando butrones. Su pericia al volante en robos y persecuciones es un reclamo entre los suyos. Igual de caradura es Goyito, detenido ya en más de una decena de ocasiones por robos con fuerza, daños e incluso falsificación de moneda. En todas ellas ha quedado en libertad con cargos. Se aprovechan de que este tipo de delitos sin sangre no conlleva una importante respuesta penal.

No nos podemos olvidar de Adán Silveira, más conocido como el Fernando Alonso de los aluniceros por su maestría para conducir todo tipo de vehículos y evitar ser detenido por la Policía. Tiene un amplio historial delictivo de robos con fuerza. A la zaga, Isma ‘El Troll’, arrestado en 2013 por sustraer 1.700 relojes valorados en 23 millones de euros. Se hizo famoso cuando en 2008 protagonizó una fuga de película durante un permiso carcelario para asistir a la incineración de su padre. Sus propios familiares apalearon a la Guardia Civil y logró escapar. 

Isma, como otros muchos, se crió en las ‘torres’ de Villaverde, la cuna de las familias de aluniceros de España. Un lugar marginal donde los chavales sin trabajo entrenan en carreras de coches, peleas y luego en robos cada vez más importantes, arriesgando lo que haya que arriesgar. Las condiciones de los chavales del barrio poco han cambiado en estos años, si no es a peor. El nido de aluniceros sigue creciendo, y lo seguirá haciendo mientras no se ofrezca un futuro alternativo a unos chicos que sólo sueñan con el lujo y el riesgo, aunque sólo sea temporal, de sus hermanos.

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