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La erótica del mal

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Todo crimen detestable lleva aparejado la repulsa de la sociedad. Pero a veces algunos asesinos, especialmente los más mediáticos y famosos, reciben también cariño y admiración de algunas mujeres, seducidas por su físico, por su poder o por su maldad más pura. El tópico de que las chicas siempre prefieren al malo de la película a veces se hace realidad.

El fenómeno, que en España afecta especialmente a jóvenes criminales, en Estados Unidos tiene nombre desde hace años. Les llaman las ‘killers groupis’, es decir, las fans de los asesinos. El caso más conocido es el de Charles Manson, uno de los mayores asesinos de Estados Unidos, quien reclutó un ejército de fans a modo de secta criminal que comandó y mató, entre otras personas, a la actriz Sharon Tate, la mujer del director de cine Roman Polanski. Un tipo que bien había servido de inspiración para el personaje de Joe Carrol en la actual serie televisiva ‘The Following’.

En España también tenemos casos menos dramáticos pero también sorprendentes, como el asesino de la katana, que durante su estancia en el centro de menores, recibió cientos de cartas de admiradoras rendidas por su “personalidad” y sus cabellos rubios. Uno de esos correos llevaba la firma de dos chavalas que poco tiempo después mataron a puñaladas a una compañera de instituto en San Fernando (Cádiz).

Más actual es el caso de Miguel Carcaño, uno de los asesinos confesos de Marta del Castillo. Entre barrotes, Carcaño recibe decenas de cartas de admiradoras, y también dinero. Incluso llegaron a abrier una página de apoyo en Internet –que fue eliminada poco después– en la que justificaban sus actos, despreciaban a la víctima y destacaban la hermosura del que llamaban “el criminal más atractivo de España”.
¿Admiración, coqueteo con el mal, repercusión, notoriedad, lucro? Muchas pueden ser las razones de las ‘killers groupis’ para enamorarse de un asesino. La criminología ya ha definido estos comportamientos con palabras tan rimbombantes como malotefilia, hibristofilia, o síndrome de Bonny and Clyde. Aunque las características de cada caso son distintas, todas ellas poseen una serie de rasgos comunes: se sienten atraídas por su poder, por su capacidad de subvertir las normas, por un concepto oscuro, incluso gótico, del romanticismo desdichado.
 
La literatura y el cine nos aportan importantes ejemplos de grandes amores trágicos, sangrientos, pero apasionados, sin lugar para el aburrimiento. En el fondo, “la violencia nos seduce a todos, y ellas también pueden sentirse atraídas”, señalaba el psiquiatra forense, José Antonio García Andrade. Es el llamado síndrome de la bella y la bestia. Al principio, tienen miedo del asesino pero luego resultan fascinadas, sienten pena por él, quieren protegerles y caen rendidas a sus pies. Sea como fuere, la prueba de fuego de estas complicadas y simbióticas relaciones será el día en el que los condenados abandonen la cárcel y convivan con sus novias sin correspondencia. Sólo en ese momento conocerán si su amor era realmente una fantasía o la constatación de un verdadero y compartido sentimiento.

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