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El vagabundo apaleado por neonazis el 20-N, es un activista okupa experto en reventar actos

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«Activista sin techo en defensa de los derechos humanos, educador y aprendiz en la Universidad de la Calle». Así se define en su perfil de Twitter, Lagarder Danciu, el hombre que ayer recibió una brutal paliza tras irrumpir con un un cartel de «Franco Asesino» en el homenaje por el 20-N en la Plaza de Oriente.

El propio Lagarder, que también se autodenomina como gay, rumano, gitano, ateo, vagabundo y okupa que viaja sin destino colgó un vídeo en las redes sociales momentos después de la agresión, en el que se puede ver la lluvia de patadas y puñetazos que recibe.

Este educador social de profesión y titulado en Sociología por la Universidad de Bucarest, está considerado como un experto en reventar actos que, además, se encuentra inmerso en un proceso judicial por desobeciencia contra la Policía. En 2014, este activista gitano se postuló como candidato a formar parte de los órganos de dirección de Podemos en Sevilla.

Un año después, en septiembre de 2015, comenzó a vivir en la calle tras un viaje a Dinamarca. Una elección personal cuyo objetivo era mejorar la calidad de vida de las personas sin techo. Más de un año de activismo que han sido, según sus propias palabras, uno de los motivos que le llevaron en mayo de este año a penetrar en un acto de Mariano Rajoy al grito de «el Partido Popular es la mafia».

No faltó tampoco el día de la dimisión de Pedro Sánchez. El pasado 1 de octubre mostró una pancarte frente a la sede del Partido Socialista en Ferraz en la que se podía leer «Los barones del PSOE son la mafia» y, en el reverso, «Susana Díaz es la casta que desprecia derechos».

En octubre, Lagarder también reventó una rueda de prensa del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, al grito de «la Iglesia católica es el diablo en la tierra» y con una pancarta en la que se leía «la Iglesia mata».

Llegó a España por amor y huyendo de la homofobia de su país hace, aproximadamente, doce años. Pasó por Portugal, y terminó en Huelva. De ahí puso rumbo a Sevilla, ciudad en la que ejerció como educador social y donde, en junio de 2007, comenzó a trabajar para la Policía como intérprete. Una carrera profesional que más tarde dejó de lado debido a sus convicciones políticas.

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