Agatha Ruiz de la Prada es la autochica, la que se ha hecho a sí misma por fuera. Despues de todo un año dedicandose a estudiar su propia trayectoria, ni mas ni menos que 30 años, y siempre fieles a una misma idea y a un mismo concepto, una mujer moderna y sobre todo contemporánea.
Las autochicas que presenta Agatha en su desfile son geometríca, rectangulos y círculos, esferas y cubos simetrías enfrentadas contra las irregularidades. Los trajes son cortos y largos, trabajando siluetas como si de un cuerpo 2D se tratara o extrusionando formas e iconos para vestidos y faldas. Siluetas reconcibles en nuestro mundo, vestidos pelota, michelin, dinosaurios, libro, aros, gallos menias junto con los iconos de la casa, flores, estrellas o corazones.
Efectos subrealistas en piezas trabajadas como si de sofás Chester se tratara, homenajes a Rothko y sus gamas de colo, redibujando lo desdibujado, el pop y las imagenesnavideñas se combinan y crean sensaciones familiares y estrañas, un tanto Jeff Koons y sus grandes piezas metalizadas.
Un tornado cromático sin frenos se abrio ante nosotros, mezclando sin pudor tonos pastel en azul, rosa, verde con pistachos y rojos anaranjados vibrantes, mezcla de contrastes entre primarios.
Un unico material para un concepto único el terciopelo es el tejido unificador de toda la colección, que ha estado presente casi al 100% de su colección.
Una colección al mas puro estilo Agatha Ruiz de la Prada, sin concesiones y conducida por nuestras autochicas, anonimas pero siempre divertidas y muy modernas