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Ana Mato, mascarón

La que empezó como una rancia Blancanieves con Vestrynge, antes de que éste se convirtiera en bolivariano, se ha transformado en uno de los enanos: <<la mudita>>, según acierta El País, y a punto está de ser la bruja de la manzana envenenada en la ciencia ficción del Pepé.

Ana Mato es un holograma que se ampara en la ignorancia para no dimitir. Toda una paradoja pues esa misma capacidad para no enterarse de nada es la que debería haber impedido que hubiera llegado a ser ministra, e incluso muchísimo más abajo en el escalafón. Como decía Umbral de un primer Aznar, parece más que un líder el que le pega los carteles al líder…

Quizá lo que ha valorado Rajoy, el hermético, es su capacidad para la máscara, “la pura inexpresividad de su jeto”, que sentencia Javier Gallego desde su Vallecas clarividente. Las ruedas de prensa son un gran trauma y se cree que con leer lo que le escriben sus asesores y hacer una caída de ojos arrebolada como una adolescente cándida, para la foto, ya es suficiente. Y no, es vergonzoso. Digno de autoritarismos donde el ministerio de turno manda a prensa lo que se tiene que publicar pero adaptado a una época donde el eufemismo manda y la verdad se disfraza. Si no es capaz de defender, contestar, razonar y explicar lo que hace Sanidad, vamos jodidos.

Nerviosa debe de andar, aunque no lo muestre, hasta el punto de que el entorno provoque la rotura de la muñeca de una periodista de Antena 3Soledad Arroyo– en uno de sus actos. Por lo menos que aprenda de Fátima Báñez a organizar la represión de la prensa sin sobresaltos y encierre al rebelde que amenaza -¡oh amenaza!- con hacer preguntas –Marta Nebot– hasta que termine el asunto.

Aquí no hay términos medios y luego están los incontinentes, como Corinna que, con la inestimable ayuda del duque del priapismo, está casi forzando a la Monarquía a hacer balconing para divertir a la tropa la próxima vez que salga a saludar; o lo cardenales americanos-showTV con su comparecencia diaria comentando el entresijo vaticano hasta que les han hecho nudo bajo sotana. Qué coña es eso del silencio: los que deben hablar se callan, los que deben callar se ponen a largar. A todo esto al gran verborreico, con permiso de Fidel Castro, lo van a embalsamar con la boca cerrada.

CODA: “Muchos murieron quemados, / y tanto gusto me daba / verlos arder que decía / atizándoles la llama: perros herejes, ministro / soy de la Inquisición santa”. Calderón de la Barca en boca de Raúl del Pozo, maestros, ambos.

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