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Ciudadanos

Es difícil para mí pronunciarme sobre Ciudadanos. En primer lugar porque fui militante de dicho Partido en 2008, aunque luego lo abandoné por su falta de acuerdo con UPyD (ya en aquellos días, Rosa Díez se negaba categóricamente a reunirse con Albert Rivera). A pesar de dicho abandono, siempre he sido de centro liberal progresista y, por tanto, dicho partido me es ideológicamente afín. En segundo lugar, porque considero inexcusable e inaplazable la recuperación Estatal de las competencias en Educación, Sanidad (y Justicia), algo que solo defiende este partido. 
Creo que Ciudadanos es la esperanza blanca en un panorama bipartidista gris. Desde 1986 he luchado contra el bipartidismo PP-PSOE. He luchado contra esa mortaja partidista impuesta por Felipe González y Manuel Fraga (y Aznar, después), para disfrazar una única e idéntica política económica y autonómica, común a ambos partidos, con vestiduras supuestamente derechista e izquierdista basadas en políticas sociales distintas sobre la Iglesia, el aborto y el matrimonio homosexual. Hemos asistido entre 1981 y 2015 (casi los mismos años que la dictadura franquista) a un “turnismo político” hecho a medida de nuevos Cánovas y Sagastas, pero sin su talla intelectual ni política. El coste de dicho turnismo ha sido un reparto del poder autonómico, de los cargos, las prebendas, los coches oficiales, las subvenciones, las mordidas, que ha llevado a que en España algo más de la mitad del PIB se lo lleve “crudo” el sector público.

Si Ciudadanos se constituye en un baluarte contra esta situación de cosas; si Ciudadanos va a luchar contra el omnipresente y omnipotente Estado para reducirlo; si Ciudadanos va a construir un nuevo modelo de España en que las competencias básicas dependan del Estado central (eliminando así la base de la corrupción autonómica); si Ciudadanos va a hacer que en el Parlamento se parlamente, se debata, se acuerde, se vote y se constituyan mayorías y minorías en función de los acuerdos y no del reparto del botín; si pasa todo esto, bienvenido sea un partido como Ciudadanos en el gobierno o como principal partido de la Oposición. 

Pero si Ciudadanos va a reeditar las viejas políticas; si va a ser el báculo del bipartidismo (apoyando al PP o al PSOE para que sigan mangoneando la voluntad popular); si va a vender sus principios por unos cuantos puestos y sueldos; entonces renegaré de mi apoyo.

Por ahora, apoyo a Ciudadanos, les deseo lo mejor, les ofrezco mi voto y mi capacidad de convencer a otros para que les voten. Creo, además, que Albert Rivera sería un buen presidente del gobierno o un buen vicepresidente. Pero yo le diría que para un liberal es tan difícil casarse con un conservador regionalista como Rajoy que con un socialdemócrata federalista como Sánchez. Remedando al alcalde de Móstoles en 1808: “La unidad de España está en peligro: Rivera, acude a salvarla”. 

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