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De profesión, político

Chacón a Miami, como los cubanos ricos. Da grima ver cómo, en general, los políticos orientan la política como una carrera personal y profesional –en la peor acepción de este último término. No sólo no llegan a ésta los mejores, sino que llega una ralea con auténtica indigencia ética e intelectual, gente sin oficio ni beneficio que se construye a golpe de partido un currículum que les permite retirarse tras una legislatura demostrando su incompetencia y llevándose un sueldo de por vida con plus a elegir mediante colocación a precio de oro (Pajín, Aido…).

Hay excepciones, como la nueva profesora, que tiene ansías de poder –y me parece muy bien- pero que lo que hace es manejar los tiempos a su antojo y beneficio; y no a favor de la Política –con mayúsculas. Qué hace marchándose alguien que se considera un Político –con mayúsculas- en medio de la mayor crisis pública en décadas; siendo además cabeza de una ciudad como Barcelona con la que se está liando allí: no sólo la crisis económica que también les toca sino por todo el follón independentista. Y me da igual que se esté en la Oposición o en el Gobierno. Y me da igual que esté a favor o en contra de la independencia. O es que sólo compensa la política cuando se manda. Esa es política con minúsculas, la que toma decisiones viendo el ombligo de su estrategia. Política, no nos olvidemos, es buscar el bien común. Corrijo: debería ser. Ya lo sé: soy un iluso.

Leo estos días un libro de crónicas parlamentarias de Wenceslao Fernández Flórez, publicadas en origen en ABC entre 1916 y 1918. Es una primera edición del 18, encuadernada con papel de aguas y lomo de piel; y editada por la Librería de la Viuda de Pueyo, que estaba en la calle Arenal. Lo compré en Buenos Aires al cambio de dos euros y a la calle Arenal 6 me lo lleve de vuelta para que conociera sus orígenes. Hoy allí hay un rústico restaurante para turistas. Con la política ha pasado lo mismo, una caída libre de decadencia: todos convertidos en vendevainas, en trilerillos que engañan una primera vez y ya pensarán como hacerlo la segunda. Y qué diferencia con aquellos parlamentarios, rancios, sí, y equivocados muchas veces en sus planteamientos y objetivos, pero en los que se vislumbra una luz de hacer lo correcto y buscar el bien para todos.

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