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La deshumanización de la medicina

Si la sanidad española puede resistir perfectamente la comparación con la de cualquier país desarrollado por la calidad de sus profesionales, el nivel tecnológico de sus instalaciones o la propia organización del sistema sanitario, soporta, sin embargo, un problema de creciente importancia que se ha definido como deshumanización de la Medicina.

El fenómeno no es nuevo ni exclusivo de nuestro país, pero cada vez se mira aquí con mayor preocupación. Dicha inquietud revela, sin duda, una sensibilidad particular de la mayoría de los españoles, preocupados por que «la humanidad» sea la cualidad que presida las relaciones interpersonales, especialmente las que se establecen en el ámbito de la Medicina. No es ajena esta particular sensibilidad al espíritu cristiano inculcado en el alma de los españoles por el catolicismo, y a su concepto del valor y la dignidad de la persona.

Como causas, se han señalado reiteradamente dos principales: la masificación de la asistencia, originada por el acceso universal de la población a la atención sanitaria, no solo para la curación, sino también para la prevención de enfermedades, y la introducción creciente de la tecnología en el diagnóstico y tratamiento.

La enorme afluencia de público que acude a los servicios médicos en busca de consejo o cura en una sociedad secularizada y próspera como la nuestra, donde la salud constituye un valor de primer orden, así como la insuficiencia de recursos sanitarios, debido a su elevado coste, creciente demanda y pobre gestión, hace prácticamente imposible asistir a los pacientes en las mejores condiciones, a pesar de las grandes inversiones que se realizan y del progresivo despliegue de medios humanos y técnicos.

Los aparatos médicos, empezando por la imprescindible pantalla de ordenador, omnipresente hoy en las consultas, se interponen física y psicológicamente entre el médico y el paciente, restan tiempo al contacto directo y a la exploración física, y consecuentemente despersonalizan la relación médica.

El paciente se queja de que los médicos dedican poco tiempo a escucharlo o lo tratan como si fuese un número. El médico percibe también que le falta tiempo para prestar la atención integral que el paciente necesita o demanda, y se lamenta de que su esfuerzo no sea valorado como sería debido, ni material ni moralmente.

Pero la cosa no queda ahí. A los problemas anteriores, se suma la exigencia de buenos resultados, cuya responsabilidad se traslada de forma rigurosa al profesional, empujando a este a ocuparse fundamentalmente de los aspectos técnicos, protocolarios o legales del cuidado médico, en detrimento de los aspectos personales de la relación médico-enfermo.

 Una tercera causa, que opera en el plano administrativo y burocrático, es la creciente interposición e interferencia de instituciones públicas y privadas entre el profesional sanitario y los pacientes. Aquellas anteponen a menudo sus intereses a los de usuarios y profesionales, e imponen a estos sus criterios, hecho que conlleva inevitablemente un cambio en la estructura de la relación médico-enfermo, que se torna más impersonal y propende a la deshumanización.

A nuestro juicio, para afrontar el problema de la deshumanización de la Medicina, será necesario, no solo mejorar la colaboración entre la sanidad pública y la privada para hacer más eficiente nuestro sistema de salud; también hará falta dedicar desde la Universidad, las instituciones sanitarias y los intermediarios en el mundo sanitario una atención mayor a las exigencias éticas que entraña la asistencia médica. En definitiva, para combatir la deshumanización, es preciso alcanzar el punto de equilibrio entre los aspectos tecnológicos y personales de la Medicina.

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