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Domingo de marzo

Domingo de marzo con las iglesias vacías, las calles llenas y el sol picando en este Madrid que Umbral decía simultaneo. Once de marzo y bajo en tren hasta Sol sacudiéndome los fantasmas de las tripas mientras el cuervo en sombra del 11M planea en grises sobre el ánimo.

Los sindicatos tantean al personal con una concentración para ver si montan una huelga general. Los sindicatos son como una gaseosa abierta de días, y se arrastran como el armatoste subvencionado que son tan fuera de la realidad como los partidos políticos.

Bulle el Rastro cada vez menos castizo y más mercadillo de arrabal con bragas/dos euros. Lentamente, casi sin darnos cuenta, ha ido desapareciendo el gitano con prestancia, el patriarca chamarilero y sabio con piel de oliva curtida. Hoy, priman los rigatones vendiendo tangas de poliéster y bolsos igual de falsos que los originales.

Dónde queda el gitano grave, el dandy de la seguiriya y el lumpen que colgaba un Viola auténtico de un maniquí descabezado; o ese que, decía la leyenda, guardaba como colorao del bueno, bueno por mi madre, un dibujo de Leonardo da Vinci.

Dónde queda aquel Rastro de Gómez de la Serna, aquel en el que dilapidaba sueldos enteros González-Ruano; o incluso el Rastro casi de ayer del más quinqui Umbral acompañado de flamencas niñas Chole vestidas de lunares; o del Fary que aparcaba el taxi y colocaba sus casetes bajo tenderete sacando sonrisa llena de dientes.

Con las cañas, la tendencia es siempre cuesta abajo: Glorieta de Embajadores. Los cundas, motorizados, andan a la espera de yonquis delgados como en hueso de Fashion Week para llevarlos en coche a cambio de unas puntas de lo que sea. Taxis con pago en especie, viruta de la buena en la Cañada Real.

Ronda por allí –calle Miguel Servet, 15- la taberna Alabanda, taberna con trastienda donde se arrejunta la recién creada -29 de febrero- Sociedad de Blues de Madrid. Es el blues un nicho de marginalidad con cierto prestigio que en España tiene un algo de caídos del Guitar Hero o bien de hastiados de la vida que con la mala leche agotada son esclavos de sí mismos como si fueran punkies viejos. Tópicos típicos y copias de copia de copia ad nauseam hasta perder la noción del origen o, por lo menos, de lo que debería ser. Lo escribe hoy Carmen Rigalt en El Mundo: “Hemos llegado al aborto sin haber aprendido a follar…”

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