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El ‘caso Brunete’ como síntoma

Brunete es el escenario del último (de momento) escándalo de corrupción con el que algunos políticos siguen llevando al límite la paciencia de los ciudadanos. El Partido Popular ganó las elecciones municipales de 2011, pero se quedó a un escaño de la mayoría absoluta. Nada anormal ni dramático: la cuestión sería pactar, de forma estable o esporádica, con algún grupo de la oposición (PSOE, UPyD o IU) para poder gestionar el municipio con estabilidad. Pero lo que viene sucediendo en Brunete en los últimos años ha sido, desgraciadamente, muy distinto.  

María Isabel Cotrina es una de los dos concejales de UPyD en Brunete, y desde que entró en el Consistorio el Partido Popular intentó atraerla a sus filas ofreciéndole favores personales, poder político y hasta trabajo para su hija con discapacidad. No es algo que digo yo o Cotrina, sino lo que queda claro de las grabaciones que la propia Cotrina realizó de sus conversaciones con el alcalde, que previamente había tratado de convencerla con otros emisarios. 

Cotrina aguantó la presión y finalmente decidió dar a conocer sus grabaciones cuando entendió que el alcalde del PP había logrado su objetivo de asegurarse el voto de un tránsfuga para gobernar con tranquilidad: una concejal del PSOE se estaba ausentando de los Plenos o directamente votando con el PP. 

Hasta aquí, la historia, más o menos conocida por todos. Luego llegaron las reacciones, tan ilustrativas o incluso más. El alcalde lo niega todo, y Esperanza Aguirre, presidenta del PP de Madrid y presunta adalid de la regeneración democrática, da una de cal y otra de arena: por un lado dice que el alcalde debe dar una muy buena explicación o dimitir, pero por otro no actúa y habla de “grabaciones inconexas”. 

Nosotros, desde UPyD, hemos pedido la dimisión inmediata del alcalde, como no podía ser de otra forma. Nos preocupa Brunete, y la sensación de caciquismo que desprende todo este caso. Y no es la primera ocasión que Esperanza Aguirre descubre por los medios que algunos de sus alcaldes distan mucho de ser ejemplares: Majadahonda, Pozuelo, Arganda, Boadilla… Sin embargo, no me quiero quedar en la casuística, por muy abrumadora que resulte. Quiero centrarme en la ejemplaridad: ¿Pueden algunos hablar de regeneración democrática cuando permiten estos comportamientos? 

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