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El chico biónico

Juan Luis Sánchez

Me he quedado completamente anonadado al leer en el periódico recientemente la siguiente noticia. Un finlandés se ha implantado un pendrive. Con esto se hace realidad la fusión hombre-máquina que han predicho desde hace tiempo escritores ‘cyberpunk’ de ciencia ficción como William Gibson, y películas y series como Robocop y El inspector Gadget. Al parecer, el tipo perdió medio dedo anular en un accidente de moto, que se produjo porque atropelló a un ciervo, que cruzaba la carretera tan tranquilo, cerca de Helsinki. El médico que le implantó una prótesis en el dedo le propuso incluir dentro un pendrive, y él aceptó.

Desde entonces, se lleva consigo sus documentos de word, e incluso películas. Cuando quiere ver una peli, sólo tiene que meter el dedo en una salida USB del ordenador y ya está. Lo que no entiendo es por qué ha elegido precisamente llevar en el dedo un pendrive. Existen otras cientos de cosas más útiles que un ser humano podría implantarse en el dedo.

1. Un lápiz. Cuando era pequeño siempre soñé con poder escribir con el dedo. Para borrar no hace falta implantarse una goma, porque siempre he borrado con el dedo sin necesidad de prótesis. Además, cuando necesitas apuntar algo nunca encuentras un lápiz ni un boli a mano, y de esta forma se solucionaría el problema para siempre.

2. Una radio. Imaginad que entráis por la mañana en el autobús. Os miráis el dedo, os lo metéis en la oreja. ¡Y podéis escuchar los 40 principales! La gente del autobús se quedaría anonadada.

3. Un mechero. Yo antes ligaba tan poco como ahora, pero al menos, cuando la rubia explosiva me pedía fuego, como yo fumaba, podía darle lumbre y quedar bien. Ahora que dejé el vicio de fumar, ya no tengo fuego -sólo tengo fuego en el cuerpo-, pero imaginad lo chulo que quedaría que cuando la rubia te pida ayuda, tú saques el dedo, y salga una llamita. Seguro que te pide que le cuentes qué te has hecho   -si no sale huyendo despavorida-.

4. Un revólver. Cuando tu jefe, o un atracador callejero, o un vendedor del Círculo de Lectores te toquen las narices, sólo tienes que apuntarles con el dedo, como cuando eras pequeño y jugabas ‘a las pistolitas’ -o como el gran Clint Eastwood en su última película-. Cuando se rían de ti, e insinúen que estás como un cencerro, puedes descerrajarles un tiro y volarles la tapa de los sesos. Para que aprendan.

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