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España, ese terrón maldito

Las elecciones en Andalucía han estado a punto de convertir el mapa político de España en un pitufazo, como cuando se tiñe la pantalla del ordenador de un azul tenaz tras haberse jodido todo el sistema operativo. Nos hemos enredado jugando con las entrañas del despilfarro hasta el cortocircuito, hasta ahorcarnos con las propias tripas. Y si la crisis es mundial, la organización territorial que nos adorna como una plomada es un puro empacho que ha generado tantas cabezas de ratón como para dejar roído el pellejo de toro éste sobre el que nos quejamos.

 

Rajoy debería sacar la flauta y, como el de Hamelin, librarnos de toda la ralea de chorizos y bucaneros con corbata que nos han robado hasta la esperanza. Arrastrarlos bailando hasta el arroyo y que se los lleve la corriente; y de paso aprovechar el tajo para simplificar esa organización absurda del Estado donde las ansias por tener competencias a toda costa nos han llevado al duplicado y hasta el triplicado del gasto en partidas que se repiten en las distintas administraciones. Con esas dos medidas estaría solucionada la mitad de la crisis y no seríamos una de las cigarras en el invierno de la autista Unión Europea.

 

Pero han llegado las urgencias. Nos piden acción y lo más fácil siempre es recortarle al grueso de la tropa, parcheando una reforma laboral que se resume en echar por tres duros a los padres para contratar por la mitad a los hijos. A mí, lo que me pide el cuerpo no es una huelga, sino reventar el edificio hasta los encofrados con auténtica mala leche. Ya lo decía Max Estrella: “¿Mateo, dónde está la bomba que destripe el terrón maldito de España? No nos llega la tibieza que supone la nueva transparencia que castigará a los gestores malotes con diez años de inhabilitación pública en vez de, como mínimo, a perpetuidad.

 

Vamos llegando al punto en el que toca dejarse de coñas. Toca revolución y una guillotina en cada plaza del pueblo. Qué no nos vendan demagogias ni falsos buenismos. Leña al mono que viste de político. Apretemos los nudos de sus corbatas. Sacudámoslos panza abajo hasta que suelten todo lo que nos han robado o malgastado. Marditos roedores, que vamo a haser con esos ratones

 

CODA: “El banquero engorda, el obrero adelgaza, lo he visto antes y ocurrirá otra vez. Si tuviera una pistola encontraría a los bastardos responsables de esto y les pegaría un tiro.” Bruce Springsteen –ese que gusta tanto a los políticos- en Jack of All trades, tema de su último disco.

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