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Justicia con caducidad: terrorista libre

Víctor Vázquez

Los hijos de la Gran Bretaña andan ruborizados a medio camino entre el tinto de verano playero y el gol que les ha metido Libia; y todo por usar un cancerbero escocés al que los aires del desierto le han levantado el kilt dejando las vergüenzas de todo el equipo al aire.

PAN AM: doscientos setenta muertos, de los cuales ciento ochenta y nueve fueron de unos Estados Unidos que ni han podido reaccionar, de estupefactos, por la liberación de Al Megrahi, al que al final le ha salido la masacre a precio de zoco bien regateado: dos meses y un pico por asesinato. Para que nos entendamos: menos de una década por montar un Atocha y medio en los aires.

Razones humanitarias, excusas… Y lo mínimo es que éstas fueran en doble dirección y el funcionario prostático y dinamitero pusiera de manifiesto un algo de esa misma humanidad que en teoría recibe, pidiendo disculpas o mostrando un atisbo de arrepentimiento por lo acaecido aunque nosotros pensáramos en la pura hipocresía. ¿Tan terribles son las prisiones de las Islas como para que no se pueda morir allí? Posiblemente sean peores las cárceles invisibles de esos padres a los que les reventó un hijo y ven ahora cómo el vástago de Gaddafi lo recibe en la escalerilla del avión y se refiere al tema como uno de los “puntos centrales de la negociación de varios contratos comerciales”. Qué Justicia es ésta que equipara cadáveres a barriles. Qué Justicia es ésta que nos venden con la fecha de caducidad de una lata de conservas donde el asesino está libre apenas enterrada su víctima.

Al Megrahi ha sido ovacionado a bus fletado y banderola colorida como un héroe que ha ganado la Copa de África siendo máximo goleador, como un Bolt descolorido con record de muertes que, sin embargo, se apagará a la vida en tres meses -si no nos han engañado con eso también- en una cama limpia como el más inocente de los hombres. Y lo veremos en un lugar destacado en las celebraciones por los cuarenta años poltroneros del patriarca de la jaima. Qué cara se le ha quedado al responsable de justicia escocés explicando, como un niño al que le han robado las canicas, que parte del acuerdo era que la recepción en el país árabe iba a ser discreta. Y si fuera secreta, mejor que mejor, pues en el fondo son conscientes de lo que han hecho y sus razones tan poco humanitarias.

Algún día volveré yo a Libia. Lo prometo. Gaddafi ya no estará. No puede ser eterno, que no ‘joda’. He dicho volveré pues, a pesar de mi intento fallido en barco desde La Valetta cuando me tuve que dar la vuelta hastiado de burocracias de los aduaneros para no dejarme entrar, lo logré por el desierto líbico desde el egipcio Oasis de Siwa, donde llegó Alejandro Magno en el 331 a.C. para que el gran oráculo afirmara su origen divino como descendiente del Dios Amón. Tantas historias con papelajos y permisos absurdos para que por aquí la frontera fueran dos barriles de petróleo carcomidos por el sol y pintados con los colores de la bandera de Egipto y una larga barra de las que se utilizan para montar andamios apoyada entre ellos.

Escritor
http://barboletta.blogspot.es

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