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La justicia es igual para todos

Víctor Vázquez

Suenan las cornetas previas al atracón de Nochebuena. Suenan las cornetas y sale el Rey sabiéndose más oído que de costumbre y con la obligación de ser contundente para tratar de apuntalar el pantano sobre el que se está construyendo la sucesión de los Príncipes de Pisa.

Se hace saber: “La justicia es igual para todos”. Y es que no podía decir otra cosa visto el percal de la yernocracia, y a pesar de la presunción de inocencia que legalmente protege a Urdangarín y todas las perezas que florecen para retrasar su imputación a la espera de algún milagro que lo evite.

Lo que todos los días se publica martillea en los pies de la Monarquía y cada documento que se reproduce es un pasmo de cutrerío vendido a lingote por palabra, un sablazo camuflado de fundación tratando de hacer cariátides con tuberculosas.

Si hay algo que tienen en común los monárquicos y los que ansían república es que todos quieren que el Rey dure mucho; los primeros para que asiente la época convulsa buscando el momento adecuado para el cambio; y los segundos conscientes de que si hace diez años la sucesión se hubiera hecho sin apenas voces discordantes, hoy las habría, y muchas, pero en pocos años será movilización y en algunos más, pacífica revolución.

Pero volvamos a la frase: “La justicia es igual para todos”. Vergonzoso es el indulto concedido por el Gobierno Zetapé pasado el límite de meta -pues ya se habían celebrado las elecciones- para el vicepresidente y consejero delegado del Banco Santander, Alfredo Sáenz. Un derecho del Gobierno, sin duda, pero anacrónico y contrario a la esencia de un Estado de Derecho basado en la división de poderes; y teniendo en cuenta que no es decisión firme, pues la sentencia está recurrida en el Constitucional, ¿no se estaría cayendo en presunción de culpabilidad dando perdón cuando podría ser inocente?

Se debería exigir a Sáenz que retirara el recurso de amparo constitucional, que la condena sea firme y a partir de ahí dar el vergonzoso indulto. El problema surgiría entonces -ya surge, pero lo haría más- con la “honorabilidad” que exige el Banco de España para ejercer como banquero; palabra incompatible con tener antecedentes penales. Buscan una solución de baratillo sin pensar que de siempre la honorabilidad se tiene o no se tiene y no te la dan o te la quitan; y menos un Gobierno que para pagar favores anteriores saca la goma de borrar y el cuaderno Rubio de los pecadillos a lápiz.
 
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