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La huelga malaya

Jorge Bustos

El razonamiento de Muñoz parecía impecable: “Si Iñaqui De Juana mató a 25 y le han soltado, ¿cómo no me van a amnistiar a mí, que no paso de triste mangurrián? ¿Y cómo, entretanto tramitan mi liberación, no van habilitarme un catre donde aliviar mi pena con Maribel? Ea, a la huelga de hambre”. Muñoz, el cacique amancebado con una popular tonadillera, es un pobre corrupto y paleto como todos los nuevos ricos que pululan por esa apoteosis de la vulgaridad que es Marbella. Lo peor de Marbella no es la corrupción, sino la poca clase que tienen quienes la practican. ¡Qué diferencia con la elegancia de despacho y burdel caro donde encuentra su asiento el tráfico de influencias de la CNMV! Señores, puestos a usar del cargo público para enriquecernos o enriquecer a los amigos o vengarnos de los enemigos, hagámoslo sin miramientos: corrompámonos a lo grande. Pero Muñoz, que hubiera sido un buen camarero, quiso separarse demasiado de su condición natural, y ahora está en la trena. Y hete aquí que a su compañera Maribel, que además de blanquear dinero a su maromo también canta, igualmente la han entrullado para que cante de verdad. Aunque todos estemos de acuerdo en que ser famosa no granjea la impunidad judicial, uno cree que tampoco es justo ensañarse con ella porque ya lleva su penitencia en las tertulias basura y el papel cuché, donde pedorras amargadas y mediohombres carroñeros la están despellejando. Y así, siguiendo el modelo instituido por el ínclito Iñaqui, el preso Muñoz ha emprendido la huelga malaya en la esperanza de que su causa sin sangre sino sólo con ladrillo salga beneficiada de la comparación.

Pero el camarero alguacilado no ha reparado en un detalle que echa por tierra la aparente simetría de su caso. Él no tiene una banda terrorista negociando por él con el Gobierno de España. Rodríguez y Pumpido no tienen oídos para un paleto del sur, pero en cambio se afanan en permitir que los bravos guerreros del norte presenten sus listas electorales. Estarán en las instituciones, cobrando de nuestros impuestos sus sueldos y subvenciones como cualquier partido legal. Serán miles de millones de pesetas que no recibían desde 2003 y con los que ahora podrán acceder a la última tecnología en bombas lapa del mercado negro de armas, mientras Rodríguez reza para que les encuentren un uso meramente ornamental o recreativo, al menos hasta las elecciones generales. En unos meses veremos a Iñaqui inaugurando un polideportivo en Hernani que lleve su nombre, y brindando en restauradas herrikotabernas por la ingenuidad recurrente de los demócratas. Todo esto es lo que Rodríguez no quiere que advirtamos, y por eso le ha venido sospechosamente bien el entrullamiento de la pareja de Marbella, aunque ahora maldice a Muñoz por recordar a los olvidadizos españoles el caso de Iñaqui con su huelga malaya.     

Es posible que Muñoz salga pronto de la cárcel, y con su nueva figura despojada de lorzas por efecto del ayuno protagonice junto a su cantante compañera un reportaje fotográfico en el Hola que le restituya la pasta vertida en fianzas. Después de él vendrán la huelga gitana, la huelga alahuí y hasta la huelga malasañera. Pero mucho antes de que surtan efecto estas huelgas subsidiarias, Iñaqui tendrá un despacho en el norte con la ikurriña y una foto dedicada de Pumpido.      

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