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La tumba de Pablo Iglesias

Madrid es una ciudad maravillosa, llena de rincones secretos o poco conocidos. Uno de ellos es el cementerio «civil» que se encuentra enfrente del de la Almudena. Aunque mucha gente piensa que es el cementerio donde se inhuman los restos de personas sin confesión religiosa (ateos, agnósticos), en realidad está lleno de cruces. La mayoría de los allí enterrados son protestantes u ortodoxos (también hay judíos y masones). Pero, también están las tumbas de varios «heterodoxos». Solo así pueden considerarse los presidentes de la República Figueras, Salmerón o Pi i Margall y el fundador del PSOE, Pablo Iglesias. Una tumba que encontré abandonada, con unas flores mustias incluso para ser de plástico. Esa tumba me dio la idea de este artículo.

La tumba de Pablo Iglesias, la tumba del PSOE, ha sido durante diez meses la esperanza del otro Pablo Iglesias, el de Podemos. Durante dos años, Podemos ha ido creciendo a costa de los votantes del PSOE. No cabe duda de que la crisis económica y los casos de corrupción socialista, con dos ex presidentes del partido sentados en el banquillo de los acusados por los ERE, ha ido alejando a muchos ciudadanos del socialismo. También se han alejado muchos que habían votado a Zapatero y que se desilusionaron con los recortes que le propinó el presidente para intentar atajar la crisis que él mismo había agravado con sus indecisiones y con el desastroso «Plan E», en el que se gastó 13000 millones de euros en hacer carriles bici y pistas de tenis. Pero esos ciudadanos que se alejaron del PSOE habían sido votantes socialdemócratas, votantes del partido que ha gobernado España durante 22 años, del partido que ha traído o confirmado muchas libertades y avances sociales para nuestro gran país.

Sin embargo, lejos de combatir esta huida de votos confirmando un mensaje centrista, reformista y social, el PSOE se ha «podemizado». Ha querido combatir el fuego, no con agua, sino con más fuego. Igual que en Cataluña ha querido combatir el independentismo con una reforma constitucional para permitir el referéndum que solo quieren los independentistas, en España ha querido combatir la «politización del dolor» podemita satanizando al PP y prohibiendo cualquier acercamiento a ese partido. Fruto de esa podemización son los «ayuntamientos del cambio» que sufrimos los ciudadanos en Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas, o las Comunidades autónomas sostenidas por Podemos en Castilla-La Mancha, Extremadura o Aragón.

El PSOE ha tardado diez meses en enterarse de que su enemigo no es el PP ni Ciudadanos. Su enemigo, y el de todos los demócratas, es Podemos. La tumba de Pablo Iglesias, el de Podemos, es el retorno del PSOE al constitucionalismo. Porque condena a Podemos al monte, al radicalismo, y a la incuria. Todo se va a dilucidar entre partidos constitucionalistas como PP, Ciudadanos y PSOE (con canarios y, ojalá, vascos). Y los demás, al monte a arengar a las masas. En definitiva, a la tumba de la Democracia representativa.

El PSOE ha hecho bien. Yo aplaudo su vuelta al constitucionalismo, a la democracia representativa y no asamblearia, y a la mesa de negociación para pactar con la derecha y el centro político español las grandes reformas que necesita España, este gran país y esta única gran nación.

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