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Lectores cabreados

Jorge Bustos

Tenía preparado un artículo sobre la crisis del Real Madrid tomada como metáfora del adocenamiento social, pero algunas reacciones suscitadas por mi última columna, “Es la ETA, ¡despertad!”, me persuaden de abandonarme a la dulcísima tentación de replicar. Lo hago agradeciendo en primer lugar las felicitaciones recibidas, no por inopinadas menos gratas, pero -ay- más numerosos han sido los reproches, henchidos y rebosantes de indignación democrática. Ya saben ustedes la máxima que ha de guiar el oficio del articulista, según Wilde: “Lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien”. Mi imaginación es árida, y prosaica la actualidad, así que un ataque se convierte fácilmente en el mejor estímulo para la opinión.

Al parecer, he cabreado a algunos lectores de querencia socialista por decir que el presidente Rodríguez es tonto o es repugnante, ya ven ustedes que nimiedad, teniendo a mano una panoplia tan amplia y rica de denuestos acreditables por Rodríguez. Pocos placeres hay tan refinados como excitar la indignación en los dignos, pero entregarse a la delectación solitaria no está bien. Así que la comparto con ustedes. Una señora, por ejemplo, recurre a la paráfrasis y desplaza el objeto de mi diagnóstico: de la política gubernamental a mi humilde condición de plumilla, ya saben, que el tonto o repugnante seré yo, y eso. Uno desearía ser reprendido con mayor ingenio, pero hoy no sobra, véase los guionistas de las series y programas de televisión en España. Otro, socialista de carné, me aconseja evitar los “subterfugios” cuando hable de política y me pregunta si en los planes de estudio que he cursado no me enseñaron “la supremacía de la Democracia (sic), o la necesidad de utilizar el lenguaje para comunicar, no para insultar”; amén de que sus servidumbres partidistas lastran de partida su criterio, le contestaría a este buen hombre que, siendo a Dios gracias un chico EGB, me he librado primero de la Educación para la Ciudadanía de los Cerebros Progres Uniformados, y en la universidad me enseñaron a traducir las tragedias de Sófocles del griego clásico al castellano y a desentrañar la Crítica del juicio de Immanuel Kant, por ejemplo, lo cual no sé si satisfará las premisas académicas de nuestro estricto lector socialista. Le daría la razón, en cambio, en eso de no hablar claro y con “subterfugios”: la próxima vez no llamaré a Rodríguez ‘tonto’ sino ‘tonto de los cojones’ directamente, si sacio con ello las exigencias retóricas de nuestro docto lector socialista.

Pero la carta que más me ha gustado, digamos la que premiaría en un certamen de estolidez epistolar, pertenece a una fogosa lectora que me declara convicto de crispación pública, sirviéndose para ello de expresiones inequívocamente crispadoras. Aparte de esta ya clásica paradoja -no a la guerra, y si no te reviento-, esto de la acusación de crispación es muy gracioso: usando esa lógica del silencio obligado en aras de la paz social, cabría reconvenir por crispadores a quienes se quejan de las ‘desapariciones’ de sus familiares bajo el régimen de Pinochet, por ejemplo. Pero lo peor es… ¡que la tipa habla en segunda persona del plural! ¡Dice: vosotros no ganaríais nunca las elecciones, etcétera! ¿Pero qué coño tengo yo que ver con el PP? ¿Por qué en este país cerril y sectario tienes que pertenecer a un bando cuando criticas al otro? Vamos a ver si nos aclaramos, querida: yo escribo lo que me da la gana, y no me afiliaré nunca a partido, capilla, agrupación o movida alguna que coarte mi soberana libertad. Algunos preferimos recibir críticas yendo solos y libres por la vida, a que unos falsos nos pasen la manita por el lomo por aguantar la disciplina. Ah, y sí: Rodríguez es tonto.

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