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Ministro de otros tiempos

Qué poco me gusta el Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y su reajuste de cañerías para criminalizar todo afán de protesta y convertir en terrorista al que no lo es. Busca montar una barra libre para las detenciones preventivas, algo que conecta directamente con aquello otro del totalitarismo que se llama presunción de culpabilidad. Se le ve tanto el plumero que ni operándose y sacando un pecho a la manera de la francesa de Géricault, podremos ya creer ni siquiera en el barniz de demócrata con el que se camufla.

Si no fuera porque el PSOE es un desguace de falso colorao, diría que el Gobierno de Rajoy ya casi tendría los meritos conseguidos para durar una sola legislatura.

Políticos y banqueros con sus virtualidades están terminando con la economía real, que es la que crea empleo, echando losa sobre el grueso de la tropa trabajadora; y aún así, tenemos que aguantar que el Ministro de Interior pretenda tunear la legalidad para sellar las juntas del nicho y que no se oiga ni el runrún de una queja. Qué gran ministro sería, de otros tiempos…

La virtualidad piramidal de vende-motos con la que se mueve este mundo mal globalizado –cogemos lo peor de cada casa- funciona cojonudamente para cuatro que hacen negocio controlando su fecha de caducidad. Cuando llegamos al crack up, o como dicen los pedantes: se rompe la burbuja, los que pagan la salpicadura de mierda son siempre los mismos: los curritos.

Vimos el ejemplo en Argentina con el <<corralito>>, cuando su Ministro de Economía de entonces, a medio camino entre Harvard y el engranaje de la dictadura anterior, se iluminó para encontrar la solución en un equiparar monedas como quien le echa sacarina al café: Un Peso = Un Dólar; algo sólo superado, según nos hemos enterado estos días, por Ruíz-Mateos, moviendo el punto de los decimales un espacio a la izquierda y tributando por el diez por ciento sin que los funcionarios se enterarán. No necesito yo ir a una antigua universidad para sacarme de la manga soluciones así; con ir un par de horas con los trileros del Retiro es suficiente. Pero volvamos a Argentina: la inflación voló, el pueblo aplaudió y el <<corralito>> llegó. La gran economía del pim, pam, pum.

Todo es virtual. Antiguamente los bucaneros te ponían el cuchillo al cuello para robarte los doblones, cavaban en una isla y escondían el botín. Ahora, con qué nadie se entere del concurso público que han montado para el pícaro de turno y tener un fax para mandar las tres propuestas de rigor y que haya apariencia de competencia, es suficiente; y nada de cavar que se jode la manicura, para eso ya están los paraísos fiscales.

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