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Rodeados de rufianes

España no solo vive un bloqueo institucional, también sufre un bloqueo moral, una parálisis de principios. Al despropósito político se le suma ahora el social. Se aprueban leyes anti natura  bajo la excusa de la no discriminación de géneros, bajo la excusa de la igualdad y consiguiéndose el efecto justo contrario. Se pervierte la infancia y se nos vende como normal cuestiones que no lo son. Todo ello con la complacencia y la colaboración de un partido popular que como poco podemos asegurar que ha perdido el norte. Es el mismo partido popular que no tiene reparos en pedir el voto a las familias tradicionales por la mañana, para por la tarde querer una carroza para  presidir una cabalgata en el día del orgullo arco iris.

Cristina Cifuentes y su partido apoyan y aprueban unas leyes que no pueden pasar desapercibidas. Leyes aprobadas por unanimidad en la asamblea autonómica de Madrid. Cristina Cifuentes preside la comunidad y preside el PP de Madrid, y mientras solicita una “justicia implacable” en los caso de corrupción que afectan a su organización, muy especialmente en el caso de la trama gurtel, el abogado que representa los intereses de su partido solicita la anulación del proceso. Buena  forma de hacer justicia.

Los políticos poseen esa virtud de decir una cosa y hacer justamente la contraria sin ni siquiera inmutarse, sin el menor síntoma de rubor.

Y mientras España permanece paralizada institucional y moralmente, con un gobierno en funciones, el desafío soberanista no cesa. Los aldeanos periféricos catalanes han puesto en marcha eso que han denominado “la desconexión” con el estado español.

Puigdemont, el presidente de la generalidad catalana, salvo su moción de confianza con el apoyo de los rústicos de la CUP, los del pelo cortado hachazos y el sangrado libre, esos que desean que nuestros hijos sean educados por la tribu, esos que se huelen la axila de manera ostentosa a modo de primates mantenidos en cautividad, esos de las copas menstruales y cuya penúltima ocurrencia es quitarle la estatua a Cristóbal Colon, toda vez que quedo demostrado que el descubridor de América no era catalán. Puigdemont no estaba solo. Además de contar con esta tribu de rústicos, cuenta también con la tribu de los de Ezquerra Republicana de Cataluña, los matas curas de nuestra guerra civil, los que se niegan  a obedecer al tribunal constitucional. Joan Tarda manifestó recientemente su convicción de que en Cataluña no  volverán a verse toros, por mucha resolución judicial que lo permita. El bueno de Tarda solo prevé la posibilidad de verse corridas de toros  en Cataluña si esta va acompañada por la Legión, cosa que el aldeano periférico ve como poco probable. Yo no estaría tan seguro.

Lo llamativo de todo este cumulo de despropósitos es la permisividad de todos ante la desobediencia continuada por parte de los soberanistas. La excusa de ahora es que no tenemos gobierno, o al menos que el que tenemos esta en funciones y es débil, cosa que tampoco es cierto. Los distintos gobiernos de los últimos años también sean mostrados excesivamente comprensivos con todos aquellos que de forma reiterada desafían la unidad de España. No vale la excusa de un gobierno en funciones para no cumplir con la principal de las obligaciones como es la de mantener la unidad de un país.

Estamos rodeados de Rufianes, cosa de la que sabe mucho Ezquerra Republicana de Cataluña. Tienen entre sus filas al Rufián entre los Rufianes.

Javier Garcia Isac / Una Hora en Libertad / Director Servi. Informativos Cadena Ibérica.

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