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Tres bloques de pisos y mala forma de hacer política

La alegría de la huerta y La dolorosa. Son los llamativos nombres de dos calles del Distrito de Villaverde. Allí, hace unos días, en tres bloques de viviendas de esas calles, comprobé una de las situaciones más sangrantes que he visto en estos años como concejal del Ayuntamiento de Madrid.

Todo comenzó alrededor de 2007, cuando la Comunidad puso en marcha subvenciones para que los vecinos pudiesen instalar en sus viviendas ascensores. Evidentemente, era una buena noticia, y más en unos bloques donde las personas mayores son mayoría. Sin embargo, cuando hoy, siete años después, se accede a La Dolorosa 4, y La Alegría de la Huerta 5-7 (los tres bloques de los que hablo), el único rastro del ascensor es una obra a medio hacer. ¿Qué ha pasado? 

Básicamente, el problema es que toda una administración pública, la Comunidad de Madrid en este caso, ha dejado tirados a los vecinos, tras prometerles ayudas de hasta 50.000 euros por ascensor que posteriormente redujo unilateralmente a 15.000 euros. 

Los vecinos, por su parte, sí han pagado, con grandes sacrificios y créditos bancarios incluidos, en medio de la crisis y a costa, en muchos casos, de exiguas pensiones. Pero de poco les ha servido: la Comunidad mira para otro lado, el Ayuntamiento se desentiende porque no es su competencia (el IBI que gira a estos vecinos sí, claro) y la constructora ha paralizado las obras, dejando a la intemperie parte de la torre construida ex profeso para el ascensor. Por ahí, obviamente, entra frío y lluvia, agua que se cuela hasta algunas viviendas. Viviendas, insisto, habitadas mayoritariamente por gente mayor y con problemas de movilidad, que en ocasiones se ven encerrados en su propia casa ante la peligrosidad de una escalera prácticamente inundada.

Lamentablemente, estos problemas no se dan sólo en este barrio: en zonas de Madrid como la Colonia de Los Álamos (en Vallecas) sucede lo mismo. Por eso creo que no sólo hay que hablar de estos vecinos de Villaverde, sino de una forma de hacer política más pendiente del marketing y de las promesas electorales que de la calidad de vida de los ciudadanos. Los recortes no son una excusa: la Comunidad de Madrid no toma medidas por simple desinterés, pues unas subvenciones de 50.000 euros son algo insignificante para una administración con más de 17.000 millones de euros de presupuesto. Esa es, me temo, la inaceptable moraleja de estos tres modestos bloques de pisos de Villaverde.

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