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Vacaciones en casa

Si hay algo que nos sigue sorprendiendo en Madrid, aunque se repite ocasión tras ocasión, es cómo queda de vacío en cuanto tenemos la oportunidad de escaparnos de la ciudad durante más de dos días. En Semana Santa también, claro. Supongo que es una sorpresa poco “sorpresiva”, pero lo cierto es que cada vez que salgo por el centro durante un “puente” me sigue extrañando la diferencia en la cantidad de gente que no hay respecto a otros días. Sigue habiendo mucha gente, que nadie crea que va a estar solo, pero se puede entrar en los sitios y en muchos locales de copas incluso puedes hablar con el camarero, inaudito en otros momentos. Pienso que no sería divertido si esto fuera así todo el año, pero es por ello, porque no sucede así nunca o casi nunca, por lo que resulta una situación placentera cuando ocurre. Lo diferente o poco usual resulta atractivo.

Quienes no son de aquí se asombran de nuestro ansia por salir. Hasta el punto de soportar los tremendos atascos que se montan tanto a la salida como a la entrada de estas breves escapadas, que les resulta incomprensible. Es frecuente que te comenten que nos debe gustar poco Madrid, que estamos deseando salir en tromba en cuanto hay hueco. Da igual el tiempo que haga; da igual la playa la montaña, o el pueblo de nuestros padres; da igual el tráfico que vayamos a encontrar; incluso podría decir que da igual la situación económica, algo encontraremos acorde a nuestro presupuesto.

No es nuevo. La palabra “dominguero” no es de anteayer y por la tele estamos viendo a los Alcántara salir huyendo desde los años 70. Seguimos igual. Miramos el calendario, vemos tres días seguidos sin trabajo y echamos cuentas.  Y nos vamos. Dónde sea, como podamos, nos vamos. Esta Semana Santa no ha sido menos. Vacío el lugar de trabajo, porque todo el mundo se había cogido “estos días”; vacíos los restaurantes, hasta el punto de que los había cerrados; vacíos los lugares de ocio. Nada nuevo, pero como siempre, nada igual.

En fin, enhorabuena a los que se fueron. Que se lo pasaran bien. Al final parece que el tiempo les respetó. Pero sobre todo, gracias por habernos dejado durante unos días Madrid para “nosotros”. No le deis mucha publicidad a mis palabras, pero de vez en cuando se está muy a gusto en esta ciudad cuando somos unos pocos menos. Más que nada, que no cunda lo de quedarse, porque entonces ya no será igual. Claro que seguramente la próxima vez soy de los que se marchan, y haré el favor de dejar la ciudad un poco más para vosotros. Que la disfrutéis.

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