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La nueva reforma del Eje Prado-Recoletos suscita dudas en el Thyssen y la Comunidad

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La anunciada reforma del Eje Prado-Recoletos -con la M-30, la operación urbana más importante del mandato de Ruiz-Gallardón- no ha tardado en suscitar comentarios, asentimientos y, sobre todo, reparos. El objetivo del alcalde, según explicó durante la presentación del plan el pasado 26 de noviembre, es configurar un Madrid más verde y peatonal, recuperando valores paisajísticos y culturales -se prevé incrementar con nuevos edificios el patrimonio museístico-, reduciendo el tráfico rodado, devolviendo más espacio a las aceras y mejorando la integración de los barrios colindantes. 

Cuatro focos de actuación
El proyecto ganador de Álvaro Siza, en esta nueva versión consensuada por todos los grupos políticos, se apoya en cuatro pilares. El primero y más laborioso se trata de la operación de recuperación de espacio, donde se devolverá un 61% de la superficie verde y peatonal respecto a la actual mediante dos actuaciones: el restablecimiento del Salón del Prado, haciendo peatonales algunos carriles del Botánico, Prado, Neptuno y Cibeles; y el incremento de las aceras y bulevares, sustituyendo los aparcamientos en superficie por subterráneos, suprimiendo gasolineras o creando nuevas áreas de preferencia residencial. La segunda medida concierne a la vegetación arbórea, que se verá incrementada en un 49% -2.273 árboles más-. La movilidad también parte como objetivo prioritario, desglosado en varios puntos: potenciación del transporte público a través de carriles bus; reforma de las líneas de Metro; y reducción del tráfico privado y del estacionamiento con la implantación de parquímetros, la nueva M-30, las conexiones transversales y la creación del carril bici ante la afluencia de demanda de los ciudadanos. Finalmente, el cuarto y último pilar radica en el embellecimiento del paisaje, gracias al diseño, los detalles y los materiales de calidad que se van a emplear.

Voces discordantes
Sin embargo, el proyecto, que ahora se presenta a un proceso de evaluación ambiental del Gobierno regional, ha suscitado ya voces en contra lideradas por la baronesa Thyssen. Según el propio museo, el proyecto de Gallardón habría que calificarlo como “proyecto cadáver” ya que incumple una parte de los acuerdos y arroja datos imprecisos e impensables: alegan que, aunque no se talará ningún árbol, la acera no se ensanchará todo lo acordado (casi un metro menos); que es imposible la reducción del tráfico en el 30% que anunciaba Gallardón; y, por último, que al mantenerse los cuatro carriles justo por delante del museo, se puede “producir un grave deterioro y poner en peligro” las obras de arte. En las amenzas de la baronesa de trasladar la colección ha terciado el ministro de Cultura, César A. Molina, que ha advertido que parte del Thyssen es estatal.

Por su parte, el Gobierno de Aguirre, cuyo estudio ambiental puede durar 9 meses, ya ha pedido alternativas al proyecto y más datos sobre tráfico, ruidos y los desplazamientos de monumentos previstos, como el traslado de la estatuta de Colón al centro de la plaza.

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