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General Ricardos, Batalla de Boulou o Batería de la Sangre

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En octubre de 1793 el ejército español de Ricardos obtuvo una victoria más brillante aún que la que consiguió en Truillas Tras el desastre francés Paris levantó rápidamente un ejército de 40000 hombres para expulsar de una vez de Francia al ejército español. Ante la situación de inferioridad numérica la mayoría de los comandantes españoles sugirieron a Ricardos la conveniencia de la retirada hacia el sur de los Pirineos. Pero Ricardos se negó en redondo. Estaba convencido de que luchando con inteligencia, el ejército español podía mantenerse en suelo francés. También creía que una retirada hacia Cataluña tendría un efecto moral desastroso en las tropas.

En consecuencia ordenó una retirada parcial hacia el campo fortificado de Boulou, que con previsión había establecido previamente como línea defensiva. En cinco días Ricardos dirigió la retirada de su ejército de 20.000 hombres, de ellos 5500 heridos y 106 cañones, evacuando puestos avanzados, por un solo camino, de noche y con el enemigo acechando. Fue una retirada modelo, ejecutada sin pérdidas, y que sorprendió al enemigo. En el siglo XIX se estudió con admiración en la Academias militares de Alemania y Austria. A partir del 1 de octubre, con el ejército ya establecido en Boulou empezaron una serie de grandes ataques enemigos. Entre los días 1 y 5 de octubre tuvieron lugar cuatro fuertes ataques franceses contra el campo de Boulou por parte de dos divisiones mandadas por los generales Daoust y De Lattre. Los ataques fueron rechazados con fuertes pérdidas francesas.

Comprendiendo que Ricardos era un general de primera categoría, los franceses entendieron que sería necesario un ataque mucho más elaborado si querían sorprenderle. El General Daoust planeó una operación compleja. Los franceses atacaría el campo de Boulou por 6 puntos diferentes, pero de estos 6 ataques, 5 de ellos serían señuelos para enmascarar el auténtico. La extensión de la línea y la oscuridad dificultarían la fijación del ataque principal. Si Ricardos cometía un solo error el ejército español sería pulverizado, merced a su inferioridad numérica.

El día 14 los franceses iniciaron su gran ofensiva. Atacaron la derecha española en Montesquiou, valerosamente defendida por el brigadier Navarro. Ricardos, con su perspicacia táctica, se dio cuenta de que este ataque era una maniobra de engaño y en vez de reforzar al barón Courten que mandaba aquel sector le quitó un batallón de guardias valones y un escuadrón que puso en reserva.

El ejército francés lanzó 3 ataques más por el camino real y la zona de Ceret, donde un regimiento de caballería español aniquiló a uno francés. Los franceses lanzaron otro ataque sobre el centro del dispositivo español. Los comandantes españoles, Duque de Osuna, Conde de la Unión y Barón Courten, nerviosos, pidieron con urgencia al General Ricardos que enviara refuerzos a sus respectivos sectores. El ejército español parecía estar al borde de la aniquilación mientras era rodeado por los franceses.

Pero el general Ricardos mantenía la cabeza fría. Estaba convencido de que esos ataques eran señuelos y que el ataque principal francés tendría lugar en el sector de la izquierda, en la colina conocida como Puig Scingli, guarnecida por una batería artillera española, defendida por 1500 hombres y ordenó reforzarla con urgencia. Efectivamente poco después se desencadenó un gran ataque francés sobre la colina Puig Scingli. 6000 franceses se lanzaron sobre los 1500 españoles del Regimiento Soria y los batallones de milicias de Málaga, Granada y Murcia mandados por el teniente coronel Francisco Taranco. Este oficial y sus hombres lucharon con un valor excepcional. Perdieron 3 veces la colina y 3 veces la recuperaron en 3 contraataques luchando al arma blanca. Cuando su situación era crítica llegó justo a tiempo el batallón de guardias valones que engañaron a los franceses mientras subían gritando en francés. Una vez arriba, junto con los españoles, en un esfuerzo supremo, expulsaron definitivamente a los franceses con un ataque a la bayoneta. Los franceses se retiraron de todos los sectores. El ejército español había rozado el desastre, pero finalmente había conseguido una victoria extraordinaria.

Murieron 800 franceses en su ofensiva contra Boulou y 300 españoles. Según los testigos el espectáculo en la colina era dantesco, inundada de sangre y con cientos de cadáveres. Por eso se le llamó la Batería de la sangre. En total en las batallas de Truillas y Boulou, en apenas 20 días, murieron 2500 franceses y 600 españoles. El plan francés del general Daoust, con sus señuelos múltiples, era brillante, pero más brillante aún era la mente de Ricardos que una vez más adivinó las intenciones enemigas y supo contrarrestarlas.

El General Ricardos, lejos de dormirse en los laureles, lanzó una nueva ofensiva en noviembre y diciembre en la que tras duras batallas conquistó la franja costera del Rosellón. Los franceses aprendieron duramente que mientras viviera Ricardos sería imposible expulsar al ejército español del sur de Francia.

Rafael María Molina Sánchez. Historiador

 

 

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