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La Biblioteca Nacional cierra para hacer inventario de sus fondos bibliográficos

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La Biblioteca Nacional cerrará sus puertas del 14 al 19 de enero para realizar el recuento anual de sus fondos, en cumplimiento de su obligación de conservar el patrimonio bibliográfico reunido a lo largo de su historia. Sin embargo, en esta ocasión, y de manera excepcional, también permanecerá cerrada del 21 al 26 de enero la Sala Cervantes con la finalidad de revisar los incunables de la biblioteca. No en vano esta sala es de la que se sustrajeron hace meses varios mapamundis grabados e ilustrados que formaban parte de los ejemplares de la edición incunable de 1482 de la obra de Ptolomeo, Cosmografía. Aunque la operación de la Bri-gada de Patrimonio de la Guardia Civil dio resultados con la recuperación de algunos de estos ejemplares robados, durante la investigación la propia Biblioteca Nacional descubrió que varias hojas habían sido arrancadas también de otras obras de los siglos XVI y XVII. Unos hechos que precipitaron el cese de la anterior directora, Rosa Regás, la adopción de medidas de seguridad más estrictas en la biblioteca y la programación del futuro inventario de la Sala Cervantes.

La última revisión exhaustiva de los archivos de la que es, sin duda, la sala más importante de la Bi-blioteca Nacional, data nada más y nada menos de 1988, por lo que no se descartan sorpresas.  La Sala Cervantes alberga obras manuscritas antiguas y modernas, así como incunables, impresos de los siglos XVI, XVII y XVIII, primeras ediciones, obras especiales de siglos posteriores, obras de teatro, de Cervantes y la bibliografía de referencia especializada.

Seguridad reforzada
Los usuarios habituales y ocasionales de la biblioteca ya han percibido algunos de las medidas puestas en marcha en materia de seguridad; aunque pueden generar algunas molestias, han sido bien acogidas en líneas generales. Desde el mes de noviembre, tanto la entrada inferior como la superior cuentan con cuatro arcos detectores, que se suman a los controles de la escalera central y a los escáneres de rayos X también cuadruplicados.

Como ya venía siendo habitual, los lectores sólo pueden acceder a las salas con un cuadrerno de 50 a 100 folios, un pequeño bolso no mayor de 18×18 centímetros, un ordenador portátil sin funda que será registrado a la entrada y la salida y un dispositivo USB de memoria. Entre lo prohibido destacan los alimentos, bebidas, objetos cortantes, rotuladores, marcadores, tippex, papel calcográfico, paraguas y mucho menos cámaras de fotos, lápiz óptico, vídeos, CDs o DVDs.

Una vez superado el primer control y guardados los efectos personales en las taquillas habilitadas, es preciso sortear todavía un nuevo control junto a la estatua de Menéndez Pelayo, donde se revisa el carnet y se otorga la pegatina de visitante del día y un código de barras para los ordenadores, siempre asociado al usuario.

También se han renovado las cámaras de videovigilancia, cuyas grabaciones se guardan durante 30 días. Además se han instalado inhibidores de teléfonos móviles y han vuelto las rondas se seguridad en las salas de lectura, incluso en la Sala Cervantes, donde se ha establecido un nuevo control de seguridad para otorgar pupitres a los investigadores y facilitar la consulta de los originales solicitados, según sus conveniencia. Así, quien está autorizado a manejar material sensible recibe unos atriles acolchados y no se permite ni calcar, ni apoyarse en los libros ni realizar más de 20 fotocopias por día.

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