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La búsqueda de igualdad de oportunidades en una casa abierta al mundo

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Son menores, extranjeros, vienen solos y necesitan los cuidados de alguien que les guíe en un camino hacia una mejor vida y hacia la integración. Vienen de países de África donde la esperanza de vida es corta y choca con las inmensas ganas de salir adelante que tienen estos niños. Para atenderles a su llegada y ayudarles a que tengan las mismas oportunidades que cualquier persona en este país, nace la Casa de Acogida para Menores Padres Mercedarios de la calle Castelar, 21 con una capacidad para 45 ó 50 menores extranjeros no acompañados. Como ha contado a este periódico, Juan Ramón Mayor, Coordinador General de esta entidad, “cuando los niños llegan a la casa se produce un proceso de integración en tres vertientes: la psicológica, la laboral y la social”. El nivel de desconfianza con el que llegan es muy alto y su frustración también. Atrás ha quedado su familia y su país, sin embargo una nueva vida les espera y eso es lo que esta asociación les tiene que inculcar. Así, los profesionales de esta casa de acogida se encargan de escolarizarlos y de que aprendan el idioma, tarea que se realiza en coordinación con el Área de Familia y Servicios Sociales. 

Además de esto, una de las cosas que el coordinador considera importante para la integración de los niños es que se relacionen con los menores del barrio, con los que se encuentran “muy bien acogidos”. A su vez, desde la Asociación organizan salidas semanales, partidos de fútbol, etc. 

Pisos para jóvenes
Cuando estos niños ya son mayores de edad, poseen una determinada formación y pueden llegar a tener independencia económica, son enviados a los denominados ‘pisos para jóvenes’ que se encuentran en las calles Francisco Santos y Colomer. Además, los chicos que han conseguido regularizar su situación suelen, “compartir piso con algunos ex-residentes que han logrado comprar un piso”, ha explicado Mayor. Las oportunidades que da esta casa de acogida son muchas, como así lo ha contado a EL DISTRITO, Ibrahim, uno de los educadores del centro que fue residente de la casa y que gracias a ésta ha aprendido el oficio de carpintero: “aquí me han dado la oportunidad de seguir estudiando en la universidad un posgrado de Migración y Coodesarrollo”, asegura.

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