El gremio de joyeros vive una media de un atraco cada tres días y sus repercusiones no son sólo físicas y económicas, sino también psicológicas: “la amenaza constante”, el pensamiento de que “caerá, antes o después”… La primera quincena de febrero ha sido especialmente alarmante para la comunidad. Usera lo ha sufrido en sus carnes en dos de sus joyerías. Fernando José Sanz, cuyo taller está situado en el número 16 de la calle de las Lenguas, pasó un auténtico calvario cuando, al ver la inoperatividad de las cámaras de seguridad, se acercó allí encontrándose con unos individuos que lo amordazaron. Consiguió escapar milagrosamente saltando desde el tercer piso y fue trasladado al Doce de Octubre con politraumatismos y fractura de tobillo. También Eugenio, de la joyería Ruiz, sufrió un corte en la parte posterior del cuello y la espalda al ser asaltado por dos individuos. Según él, refiriéndose a la posibilidad de que un hijo continúe el negocio, afirmó “antes le pongo a picar en la obra que aquí”.