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Coblenza

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Coblenza es de ese tipo de ciudades de las que te entra ya nostalgia de ella antes de abandonarla. Porque la visita del turista siempre es limitada. Pero para aliviar esta melancólica sensación te llevas, al menos,  la garantía de que podrás saborear su recuerdo durante mucho tiempo. Curiosamente, este sentimiento es aplicable a la mayoría de ciudades alemanas. No en balde, este país se ha convertido en uno de los destinos preferidos del turismo mundial.

En la confluencia de los ríos Rin y Mosela, en el célebre ‘Rincón Alemán’, se encuentra Coblenza. Una de las más hermosas y antiguas ciudades de Alemania.

Si llegas a ella por barco a través del curso medio del AltoRin, ya disfrutas con antelación de un espectacular paisaje en ambas riberas del río: bosques, castillos medievales, viñedos, casas burguesas, etcétera,  que se consideran el prototipo del romanticismo. Al desembarcar, ya se perciben las montañas de media altura y las vastas superficies de bosques, agua y vegetación  que conforman el entorno de Coblenza. En una de estas montañas se erige el imponente castillo de Ehrenbreitstein, una de las fortalezas más poderosas de Europa. Ubicada a 200 metros de altura permite disfrutar de extraordinarias vistas de la ciudad, y en el pueblo del mismo nombre, abundan las más renombradas vinotecas, que también pueden visitarse al tiempo que se catan los prestigiosos caldos de la zona.

Uno de los muchos atractivos de Coblenza es el majestuoso Palacio Stolzenfelds. Considerada una joya del romanticismo del Rin, contiene murales, muebles, pinturas y esculturas del siglo XVI al XVIII.  Ahí es dónde antiguamente se cruzaban las fronteras de los electorados de Tréveris, Maguncia y Colonia. Es particularmente interesante visitar el edificio de la puerta, la torre casa de estilo gótico, el edificio principal con la sala abovedada de los caballeros, el jardín con pérgolas, y la torre.

Encuentro de dos culturas
La forma de vida francesa y la tradición germana han creado un biotipo muy peculiar en el que florecen, aparte de las ya citadas vinotecas, una cocina entre refinada y cálida, y la amabilidad de sus gentes. No hay que olvidar que Coblenza pertenecía antiguamente a Francia. Resulta encantador pasearse por las estrechas callejuelas y las acogedoras plazoletas de la parte antigua. Sin embargo, cuando se pasa por la emblemática fuente Schängelbrunnen, hay que tener cuidado porque aquélla escupe un chorro de agua a ritmo irregular que sobrepasa el recinto de la fuente; aunque, en verano, esta travesura puede agradecerse. También merece la pena ver el Emperador Alemán. No se trata de ningún monumento, sino de una Torre Residencial gótica en cuya planta baja hay un excelente restaurante donde reponer fuerzas.

Una de las curiosidades que brinda Coblenza es observar desde una de sus montañas-miradores, la confluencia de los ríos Rin y Mosela. Es un paisaje espectacular, al que se puede acceder por teleférico. Desde la altura se divisa el famoso monumento al Emperador Guillermo I, de 40 metros, como agradecimiento por la unificación del reino. Este enclave, forma parte del valle del curso medio del Alto Rin y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es el célebre Rincón Alemán, que atrae a más de dos millones de visitantes al año.

www.franciscogavilan.net
Más info: Oficina Nacional de Turismo Alemán.  c/ San Agustín 2-1º dcha; 28014 Madrid; Tel. 91 4293551. www.germany.travel   

 

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