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Valle de Arán

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Desde que, adolescente aún, visité el Valle de Arán por primera vez, una sensación paradójica ha permanecido imborrable desde entonces en mi memoria: la de sentirme un ser insignificante y afortunado al mismo tiempo ante la majestuosidad de su belleza. El Valle de Arán es, en efecto, un país en el que la naturaleza se ha mostrado tan generosa con él,  que pareciera que se avergonzara de pregonar a los cuatro vientos tanto privilegio recibido. Así que, oculto y rodeado de montañas de 3.000 m. de altitud (macizo de la Maladeta), y adornado por la arquitectura armónica de sus pueblecitos, se encuentran unos parajes que impactan de tal suerte en la retina del observador que, amparándose en la reflexión de Upton Sinclair, desearía apropiarse de ellos: “Las tierras pertenecen a sus dueños, pero el paisaje es de quien sabe apreciarlo”.

Un país diferente
Al Valle de Arán se puede acceder desde sus dos comarcas vecinas: Alta Ribagorça o Pallars Sobirà. Una vez atravesado el moderno túnel de Viella o el Puerto de la Bonaigua, se abre ante los ojos del visitante un mundo diferente. Su clima atlántico, su paisaje, su historia, su cultura, su gastronomía, y sobre todo, su propio idioma (el aranés, una lengua viva variante del dialecto gascón), lo distingue del resto de los otros valles pirenaicos catalanes. Pero el viajero no ha de preocuparse por ningún posible problema de comunicación. Los araneses son políglotas natos. Pasan fácilmente del aranés al francés, al catalán o al castellano, idioma éste que, según algunos estudios, lo hablan mejor que en el resto del Estado Español. La explicación, al parecer, se encuentra en su afición a la lectura. Tantas son sus singularidades, que los araneses han gozado durante siglos del derecho de decidir sobre su propio destino. El Estatuto de Autonomía de Cataluña les restituyó en 1991 su derecho al autogobierno. No en balde este emblemático país es uno de los mascarones de proa que la nación catalana emplea para su promoción turística internacional. ¡Aquellos que andan buscando el paraíso terrenal deberían acudir al Valle de Arán! Es, en  suma, un país diferente donde cada rincón es un deleite para los sentidos. Una cita irresistible en la que sus majestuosas montañas constituyen el marco ideal para los deportes de invierno (y de verano).

Baqueira-Beret: festival de la nieve
Los deportes de nieve tienen en el Valle de Arán una de las estaciones mejor equipadas y valoradas de España. Por la calidad de sus pistas y por los excelentes servicios que ofrece, Baqueira-Beret es una de las mecas tanto de los esquiadores de élite como los de cualquier nivel y es fácil toparse allí con rostros conocidos. Ubicada en Naut Arán, a 4 km. de Salardú, esta estación de invierno dispone de una extensa área con 47 pistas, equivalentes a 77 km. de longitud, que se extienden entre las cotas de 1.500 y 2.500 m. de altitud. El clima pirenaico propicia cada año un almacenamiento de nieve espesa que permite que ya en la primera semana de diciembre arranque la temporada. Hoteles, restaurantes, cafeterías, terrazas-solarium, y un sinfín de establecimientos afines a esta actividad, se preparan para acoger a los numerosos adictos al deporte blanco. Baqueira-Beret es, además, escenario de buen número de competiciones nacionales e internacionales de esquí. Pero como no todo es esquiar, y hay que reparar fuerzas, Baqueira-Beret, como cualquier otra estación de esquí del Pirineo leridano, tiene una oferta gastronómica insuperable. No en balde, Lleida es el paraíso de los esquiadores.

Más info: Oficina de Turismo de Viella, Tel. 973 64 01 10; Oficina de Turismo de Lleida,
Tel. 973 27 09 97 y 902 25 00 50.
 www.lleidatur.com

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