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Las rebajas

Aunque no soy una incondicional de ellas he de reconocer que me gustan y las valoro como fenómeno social digno de ser estudiado.

Las rebajas actuales, no se parecen mucho a las primitivas. Ahora han adquirido una seriedad y una importancia que las ha convertido en un negocio dentro del negocio. Y en tiempos de crisis como los presentes, en tabla de salvación.
Me acuerdo que al principio, cuando se acercaban sus fechas, el mundo femenino se ponía algo nervioso, con una mezcla de ilusión y sensación de aventura; era como marchar al Oeste, con la misma mentalidad de los buscadores de oro. Sabíamos que había lucha y, por eso nos sentíamos heroínas cuando se vencía a la contrincante y exhibíamos en la mano el trofeo.

También debo reconocer que nos acechaba un enemigo oculto y muy peligroso, el deseo de comprar por comprar, sólo porque era barato, aunque a la vez era absolutamente inútil.Tengo una amiga que se llevó a casa dos sacos de dormir para “cuando sus hijos fueran a los campamentos” y el mayor de los dos tenía cinco años. No se me olvidará nunca aquello.  Después con la llegada de los grandes almacenes las rebajas tomaron más importancia y hasta la tele nos ponía en el telediario la apertura de las puertas, el primer día. Lo de menos, eran los pisotones y las caídas con tal de llegar las primeras.

Aquello tenía su encanto. Al final de la jornada todas salíamos contentas y satisfechas, aunque no siempre victoriosas.
Poco a poco las rebajas se han ido poniendo más serias y ese encanto va perdiéndose lentamente. Hoy, metidos como estamos en una crisis económica importantísima produce ansiedad y tristeza ver cómo tantos comercios tienen puesta su esperanza en los resultados que obtengan, cuando termine la campaña.
 

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