El Museo del Prado repasa hasta el 3 de marzo los primeros años de uno de los artistas mejor representados en su colección. Se trata de Anton Van Dyck, el alumno más aventajado de Rubens.
Aunque sólo se hubieran conservado las obras de juventud de Anton Van Dyck, en torno a las que gira esta muestra, ya se consideraría uno de los grandes artistas del siglo XVII. Su pintura, cargada de dramatismo, recibió la influencia de su maestro y evolucionó hacia composiciones cada vez más depuradas e intensas.
Pinturas de historia
Si bien son muy conocidos los retratos de Van Dyck, especialmente los que hizo en la corte de Londres, esta exposición trata de indagar en sus pinturas de historia, mitologías y escenas religiosas, donde se ven claramente las huellas de Rubens en la acción y de Tiziano en el colorido. Un género al que dedicó mucha atención antes de su primer viaje a Italia en 1621, momento en el que ya había pintado unos 160 cuadros, muchos de ellos de gran formato y ambición compositiva.
Junto a las obras del Prado, como el Prendimiento, seguramente una de los cuadros que mejor ha recreado la sensación de oscuridad, podrán verse otros como San Jerónimo en el desierto, proveniente del Gemäldegalerie de Dresde, y La entrada de Cristo en Jerusalén del Museo de arte de Indianápolis.
Precio: Venta directa de entradas en taquilla: general 12 € y reducida 6 €.