“Madrid se está convirtiendo en una ciudad sucia”. Esta sentencia era la conclusión de Jaime Lissavetzky, candidato socialista a la alcaldía de la ciudad, tras su visita al cantón de limpieza de la Plaza de la Cebada.
El objetivo de esta era conocer de primera mano el método de los trabajadores de los que depende la limpieza de la capital y que, en algunos rincones, brilla por su ausencia. Representantes de los 8.700 trabajadores del sector informaron a Lissavetzky que el Ayuntamiento “está pagando con muchos meses de retraso” a las empresas que tiene contratadas para tal efecto. Además, la patronal les ha ofrecido rebajar un 5% sus retribuciones y ante la negativa de los trabajadores estos han solicitado una reunión con Ana Botella, delegada de Medio Ambiente del Consistorio, que todavía tiene que aceptar.
Mientras tanto, la ciudad paga las consecuencias. Madrid continúa presentando una imagen decadente e insalubre en algunos rincones, fruto también de la supresión de servicios como la recogida de la hoja o la de muebles y enseres.