Miguel Sebastián, candidato a la Alcaldía de Madrid, lanzó el pasado 31 de enero una de sus propuestas más polémicas: peatonalizar la Gran Vía en su tramo entre las calles de San Bernardo y Fuencarral. El objetivo es recuperar la zona para el ciudadano, restringiendo el tráfico de paso, que no permite que los ciudadanos, comerciantes, hoteles y espectáculos puedan desarrollar sus actividades con eficacia.
El alcalde de la ciudad, Alberto Ruiz-Gallardón, calificó la medida de “precipitada y muy poco documentada”, pues nada se dice de la alternativa para los 52.000 vehículos que atraviesan la zona cada día. De hecho, las alternativas a este cierre, según un informe del Área de Movilidad, no existen: el eje Génova-Sagasta-Carranza-Alberto Aguilera, por el norte, o el Ronda de Atocha-Ronda de Valencia-Ronda de Toledo-Gran Vía de San Francisco-Bailén, por el sur, “presentan índices de saturación del 90 por ciento e intensidad que llega a ser del 100 por cien de su capacidad en horas punta”.
Además, el corte obligaría también a desviar el tráfico hacia Hortaleza, con un solo carril e incapaz de absorber ese volumen. Las calles que desembocan en la Gran Vía también quedarían sin continuidad, lo que provocaría “graves problemas de movilidad en todas ellas”.
Los vecinos, por su parte, piden que ante la puesta en marcha de cualquier medida en la zona se cuente con la opinión de los residentes, que son los principales afectados.
