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Stompin’ Blues & Boots Festival en Madrid

Stompin´ Blues & Boots Festival.JPG

The Last Internationale es, a veces, guitarreo de garaje ruidoso con reminiscencias de blues bastardo y apunkarrado –Crawling queen snake-, siguiendo la estela, con variantes, abierta por The White Stripes y, antes, por The Jon Spencer Blues Explosion y, antes, allá por la prehistoria del rock sin el roll, por The Cream.

Salen del barrio de Queens en New York. Ella (Delila Paz) combativa de la escena folkie contra todo lo que por allí abunda: tiburones capitalistas, políticos y lobbies. Él (Edgey) todo lo blusero que permite una ciudad donde lo artesanal se mira a distancia y de reojo.

The Last Internationale son de esos raros que han grabado su último EP fuera de circuito -en Oporto- y a la antigua: en analógico, tocando todos a la vez y con Howlin´ Wolf a la cabeza del santoral, ¡Dios les bendiga! Al frente, una voz fuerte, bien proyectada, llena de inflexiones, quiebros y vibrato pero que también sabe contener la víscera y ser delicada –Cod´ine.

Molly Gene One Whoaman Band. Bien podría ser la energética Molly Gene un poltergeist que le da por el folk reventón, el blues campero a voz en cuello y el zapatazo al estilo Hooker pero a lo cabestro, con una batería de pie que maneja con saña. No se le puede negar a la de Missouri que tiene fuerza, empuje y la garganta dada la vuelta como un rabioso shouter del sur mientras arrastra el slide como un sucio cuchillo. La primera fila en sus conciertos debe dar calambre. Intentaré plantarme allí para ser salpicado de adrenalina.

Macho. ¿Macho? Completan el cartel de este interesante micro festival y reconozco que me tienen despistado. Voy a ser sincero: me desagradan hasta lo repulsivo pero aún no tengo claro lo concreto de la sensación. A la expectativa de descubrirlo o que me hagan cambiar de opinión –me daré dos temas de margen antes de irme o reconocer mi error y quedarme.

Ad latere. En breve, llegará a Madrid, quizá, el que sea el mejor guitarrista de blues británico –discúlpenme el batallón de claptonianos y los que gritan por Jeff Beck. Hablo de Mick Taylor, fino, fino… (Sala Sol. Calle Jardines, 3. Jueves 7 de marzo). Rolling Stone que fue tras la caída de la primera chispa del grupo: Brian Jones, en 1969; y que abandonó a mediados de los setenta sustituyéndole Ron Wood, bisagra clave entre Jagger y Richards en el aspecto no musical del asunto.

Taylor viene de apuntalar el pasado y la historia tras haber actuado con los Stones en el O2 londinense hace unas semanas; y desde España se larga a girar por Australia. Aúna honestidad y leyenda en un difícil equilibrio, tocando en salas pequeñas después de haber arrancado con las satánicas majestades a los tiernos veinte años en aquel mítico concierto, el 5 de julio de 1969 en Hyde Park, ante medio millón de personas; y grabar el excelso Sticky Fingers y el apabullante Exile on Main St. ejerciendo de hombre tranquilo en medio del caótico huracán que era la casa de Richards en Niza.

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