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Un oftalmólogo de una clínica de Chamartín es condenado por negligencia con pérdida de visión

Un juzgado madrileño ha condenado a un seguro médico privado a indemnizar con 63.030 euros a una paciente que perdió el globo ocular tras la colocación de una lente intraocular, por la negligencia de un oftalmólogo que además falsificó la firma de la paciente en el consentimiento informado. El Juzgado de Primera Instancia número 81 ha estimado parcialmente la demanda de la paciente y condena a la Aseguradora Plus Ultra S.A. por la negligencia de un especialista en oftalmología de su Cuadro médico, que deberá abonar con intereses según recoge el artículo 20 de la Ley de Contrato de Seguro, en concepto de daños y perjuicios.

La asociación El Defensor del Paciente asegura, en un comunicado, que el oftalmólogo «ha sido condenado, al menos, en seis ocasiones por mala praxis» y, pese a ello, se le ha permitido «ejercer durante años, lesionando a pacientes y falsificando historias clínicas». La paciente acudió por primera vez en octubre de 2003 a la clínica oftalmológica donde le colocaron una lente intraocular en el ojo derecho en noviembre siguiente y en el izquierdo en diciembre de 2003, sin que en la historia clínica figuren el tipo de lente implantada, la anestesia empleada ni tampoco el estado del ojo, de la pupila o de la lente al final de cirugía. Teniendo en cuenta que en marzo de 2006 surgió un cuadro de edema en el ojo izquierdo, «puede aventurarse que la lente pudo estar mal colocada desde el principio, porque contactaba con la córnea, dañándola». Tampoco se pautó un tratamiento adecuado a la tensión intraocular, y pese a que la paciente tenía antecedentes de glaucoma no se le hizo un diagnóstico específico al respecto.

Asimismo, el tratamiento antiedema fue «tardío e insuficiente», además de «ineficaz, pues se pautan unos medicamentos sin indicación terapéutica para el edema», añade la sentencia. En febrero de 2007 se optó «inadecuadamente» por una intervención de recolocación de la lente intraocular que acentuó la patología y, una vez surgida la perforación corneal, hubo un excesivo retraso a la hora de indicar y gestionar el transplante de córnea, así como «pasividad» a la hora de pautar el tratamiento antibiótico. «Una vez que se instaura el edema la situación es irreversible y sólo se soluciona con un trasplante», pese a lo cual hay «pasividad evidente» en septiembre de 2007 cuando se aprecia úlcera central, y en diciembre siguiente, cuando se aprecia «infiltrado corneal central de 2 mm de diámetro», por no poner en marcha inmediatamente el protocolo de trasplante, lo que no se hizo hasta mayo de 2008.

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