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Inés Madrigal: «Vela se irá a la tumba sin revelar la identidad de mis padres»

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Tres días después de conocerse la primera sentencia de bebés robados en España, Madrigal no está más cerca de conocer quiénes son sus padres biológicos. La resolución es tan incuestionable en cuanto a la responsabilidad del doctor Eduardo Vela, que la arrebató de los brazos de su madre nada más nacer en 1969, como vacía respecto a que no arroja luz sobre el drama personal.

«No creo que encuentre jamás a mis padres», reconoce Madrigal en una entrevista con Efe. «He salido tantísimo en televisión y en los medios, que creo que mi madre está muerta», argumenta entre la desesperanza y la impotencia por el silencio que guarda la única persona que podría saberlo.

Cree que «la única manera de hacerlo es sacando los libros del registro civil, los archivos eclesiásticos, lo que haya en los hospitales y cementerios y casando datos». Ahora bien, está tan segura de que Vela sabe la verdad como de que «el fallo no le va a obligar nunca a que diga absolutamente nada», ni sobre ella ni sobre «los otros niños que robó». «Sabe donde está cada niño, pero también que vale más callado que hablando, porque es su seguro de vida», añade Madrigal.

Aplicado a su caso, se muestra tajante: «Vela se va a ir a la tumba sin revelar la identidad de mis padres biológicos y de tantos niños que han pasado por sus manos». «Va a ser otra Sor María», en relación a la monja que falleció tres días después de ser llamada a declarar ante el juez, la persona sobre la que todas las familias creen que orbitó una de las páginas más negras de la historia reciente de España. «Seguían el mismo modus operandi, pensaban exactamente igual», asegura.

Y es que a Madrigal no le quita tanto el sueño la impunidad de Vela -a la espera de que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre la prescripción de los delitos- como su silencio. Porque solo cuenta con el testimonio de su madre adoptiva Inés Pérez -para la que solo tiene buenas palabras- a la que Vela le dijo que la recién nacida procedía de «una mujer que no la podía tener».

Fue lo único que escuchó de boca de su madre cuando al cumplir 18 años en 1987 le reconoció que era «adoptada», pese a que desde pequeña tuvo que escucharla como contaba abiertamente cómo había sido su parto. Era una verdad a medias. Pasaron 23 para completarla.

Sucedió en 2010 cuando a raíz de que estallara el escándalo de los bebés robados, comprobó que su filiación era falsa. Su madre adoptiva figuraba en el Registro Civil como madre biológica, junto a la firma de su padre adoptivo y Eduardo Vela. «Ahí pongo contra las cuerdas a mi madre», dice Madrigal. Personalmente fue la fecha clave de su historia pero judicialmente también, pues sostiene que la prescripción cuenta desde que tuvo conocimiento de que era robada y no al cumplir 18 años, como recoge la sentencia, cuando su madre acotó los hechos a una «adopción».

Inés Pérez completó el relato. «Dijo que Vela le ofreció llevar un embarazo postizo y que sabía que se pedía hasta un millón de pesetas por los niños». Ella nunca comentó que pagó, solo que fue «un regalo» -como señala la sentencia-. Aunque duda de ella, porque todos los veranos, al cobrar su padre la paga extra, iban a ver al padre Félix a Madrid. No dice más, su mirada completa la frase.

Y aquí se detiene en la Iglesia, con un papel «activísimo», pues de ella dependían el «85 % de los lugares donde se robaban bebés». «Las monjas estaban en todos sitios y los curas eran los facilitadores», un escenario que asegura se ha trasladado al papa Francisco, sin hallar respuesta. Ni mucho menos un perdón.

Ahora, Madrigal se aferra a «la humanidad de los jueces del Supremo» para que levanten la prescripción, aunque si tiene que elegir se queda con la verdad del relato antes que con la reparación de una condena. Tampoco cree que el alto tribunal despeje el interrogante de sus madre biológica, por ese motivo no piensa en ella. «Mi prioridad ya es servir a los demás, cuento con no encontrarla, y seguir adelante, no me cabe otra opción», reconoce una mujer que se define «realista». Pero aquí la pregunta es obligada. ¿Y si no fuera así?.

«Si la encontrara, me echaría a llorar como una magdalena y le daría las gracias por haberme dado la vida», admite en el momento en que más se emociona de esta entrevista. Le diría: «Por favor cuéntame tu verdad». 

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