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Aluniceros de ayer y hoy

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Es cuestión de tiempo que la Real Academia Española recoja en su diccionario los términos ‘alunizaje’ para referirse a esa técnica delictiva tan genuinamente española consistente en empotrar contra la luna de un comercio un vehículo para entrar en él y desvalijarlo. Un delito en auge a principios de siglo y que parecía en vías de extinción, pero que ha reaparecido en los últimos años. Y es que es el método preferido por los jóvenes delincuentes por su facilidad: sólo tienen que robar un coche potente y estamparlo contra un tienda de productos caros y de alto valor añadido: móviles, joyas, tecnologías, etc.

En las últimas semanas hemos conocido algunos sucesos protagonizados por aluniceros. A principios de marzo cuatro cayeron durante una persecución. Días antes la Policía detuvo a la familia de otro delincuente por blanquear su dinero ilícito y después arrestó a Félix Bote Vargas, un histórico alunicero. Con él iba un hermano del ‘Rafita‘ y otros tres amigos de lo ajeno. Todos suman más de cien antecedentes policiales.

Pero el Bote Vargas no es el más conocido en este mundillo. Ahí está Francisco Javier Martín Sáez, el ‘Niño Sáez’, considerado un crack reventando cajas fuertes y marcando butrones. Su pericia al volante en robos y persecuciones es un reclamo entre los suyos. Igual de caradura es Goyito, detenido ya en más de una decena de ocasiones por robos con fuerza, daños e incluso falsificación de moneda. En todas ellas ha quedado en libertad con cargos. Se aprovechan de que este tipo de delitos sin sangre no conlleva una importante respuesta penal.

No nos podemos olvidar de Adán Silveira, más conocido como el Fernando Alonso de los aluniceros por su maestría para conducir todo tipo de vehículos y evitar ser detenido por la Policía. Tiene un amplio historial delictivo de robos con fuerza. A la zaga, Isma ‘El Troll’, arrestado en 2013 por sustraer 1.700 relojes valorados en 23 millones de euros. Se hizo famoso cuando en 2008 protagonizó una fuga de película durante un permiso carcelario para asistir a la incineración de su padre. Sus propios familiares apalearon a la Guardia Civil y logró escapar. 

Isma, como otros muchos, se crió en las ‘torres’ de Villaverde, la cuna de las bandas de aluniceros de España. Un lugar marginal donde los chavales sin trabajo entrenan en carreras de coches, peleas y luego en robos cada vez más importantes, arriesgando lo que haya que arriesgar. Las condiciones de los chavales del barrio poco han cambiado en estos años, si no es a peor. Por eso, el nido de aluniceros sigue creciendo y lo seguirá haciendo mientras no se ofrezca un futuro alternativo a unos chicos que sólo sueñan  con el lujo y el riesgo, aunque sólo sea temporal, de sus hermanos mayores. Los pocos años en la cárcel no les asusta. La adrenalina de la velocidad y el frenesí del lujo les apasiona.

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