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Amor ciego y violencia de género

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La crónica negra de la región de 2017 ha arrancado, por desgracia, demasiado rápido. Dos homicidios han teñido de sangre el primer día del año, en la localidad de Rivas-Vaciamadrid y en el madrileño barrio de Hortaleza, tras un mes de diciembre muy tranquilo y tras un 2016 que terminó con una cifra de crímenes relativamente baja, 38.

Las dos víctimas tenían algo en común: convivían con una pareja con antecedentes por maltrato. En el caso de Rivas, los familiares de Matilde, la mujer asesinada, todavía no da crédito a lo sucedido. Ella, una guapa profesora universitaria de 40 años, se veía con Nelson, un atractivo de 20 años, definido en su zona como “el típico macarra de barrio”. De hecho, además de sus antecedentes cuando era menor de edad, contaba una orden de alejamiento sobre una exnovia y otra sobre la propia Matilde, que le denunció hace un par de meses. Sin embargo, ambos seguían quedando. La pasada Nochevieja, Matilde le abrió la puerta de su casa pero no llegó a tomarse las uvas. Acabó cosida a puñaladas y muriendo horas después en el hospital.

Horas después, Estefanía, una chica peruana de 24 años, fue presuntamente arrojada por la ventana por su novio, Carlos Javier, un pandillero dominicano de 25. Ambos vivían junto a otras personas en un piso okupado en la calle Seo de Urgell. La Policía arrestó en un principio al joven por quebrantar un alejamiento por maltrato sobre otra mujer. Pero días después, los indicios encontrados llevaron a un Juzgado especializado en Violencia contra la Mujer a enviarle a prisión por el homicidio de Estefanía.

Tras lo sucedido muchos nos preguntamos qué llevó a las dos mujeres a compartir su vida con dos hombres con semejantes antecedentes. Teniendo en cuenta que los comportamientos violentos de este tipo de sujetos no son fortuitos, sino progresivos en tiempo e intensidad, ¿qué es lo que falló en estos casos? Los expertos lo achacan al amor ciego o romántico, muchas veces enfermizo, de este tipo de víctimas hacia su maltratador. Un circuito emocionalmente dependiente que, aún consciente de los riesgos, no es capaz de desconectar. Y además, puede afectar a todo tipo de mujeres, independientemente de su edad, inteligencia o condición social.

Hace unos días un amigo me contaba que una conocida iba a quitar la denuncia por maltrato contra su exmarido porque “le daba pena y podía ir a la cárcel”. La mujer le daba así “una segunda oportunidad” para que cambiara. ¿Cuántas habrán hecho lo mismo? ¿Cuántas denuncias se retiran en España por compasión o por segundas oportunidades que luego acaban en fatalidad? Demasiadas, quizás. Y ese es uno de los graves errores en los que no se debe caer si verdaderamente queremos atajar esta lacra. Todo el mundo tiene derecho a enmendar sus errores pero las estadísticas demuestran que los riesgos en violencia de género son muy elevados. El amor no es ciego, abre los ojos.

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