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La violencia como reclamo

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La Historia de España, especialmente desde el siglo XIX, es un rosario de revueltas, movilizaciones y revoluciones iniciadas en la calle, con barricadas, apresados y fallecidos. Pero en estas últimas décadas de ‘pax democrática’, salvo en contadas ocasiones, nos hemos acostumbrado a ver algaradas y violencia social en otros países a través de la televisión. Por eso, altercados como los desarrollados tras las Marchas de la Dignidad, con más de un centenar de heridos y una treintena de detenidos, se han convertido en foco de la atención pública y mediática.

La Policía conoce que son sólo unos pocos, en torno a 300, los que protagonizan los incidentes de forma cada vez más organizada y usando tácticas de guerrilla urbana. La mayoría son jóvenes, perfecta ‘carne de cañón’ incendiaria contra los antidisturbios. Son ágiles, fuertes y con rápida capacidad de huida y respuesta. Muchos proceden de colectivos antisistema y okupas, aunque rechazan el carácter pacífico de la mayoría de los miembros.

De hecho, los violentos reprochan a los que no lo son el fracaso de experiencias de resistencia pasiva como el 15M. Así, los que optaron por movilizaciones más agresivas crearon la coordinadora 25S, que convocó varios ‘Rodea el Congreso’ el 25 de septiembre de 2012 y fechas posteriores, unas protestas al principio importantes y luego minoritarias y que terminaron con incidentes destacados. Además, el ánimo de los más cerriles está la más reciente victoria vecinal en el burgalés barrio de Gamonal, sustentada en masivas movilizaciones que en algunos casos acabaron con disturbios y destrozos de mobiliario urbano.

También han sido multitudinarias las recientes Marchas de la Dignidad. Miles de personas llegaron a la capital de España pidiendo ‘Pan, techo y empleo’. Muchos madrileños les acompañaron. Lo que otros tantos no se esperaban es que antes de que acabara la manifestación, cuando padres, niños y mayores todavía llegaban a Colón, comenzara una batalla campal entre encapuchados y uniformados.

Nadie auguró tal cantidad de heridos y de daños materiales. Pero no han sido los manifestantes heridos por pelotas de goma –uno de ellos ha perdido un testículo y el otro la visión de un ojo–, sino el número de agentes heridos, más de 60 –algunos con importantes brechas en la cabeza–, y el hecho de que una quincena de policías fueran acorralados por un grupo de violentos, imágenes que difundieron los principales medios de comunicación, lo que ha hecho saltar las alertas en las altas esferas políticas. 

Y mientras los sindicatos de la Policía reclaman la dimisión de los mandos por los fallos en dicho despliegue, las distintas administraciones, todas gobernadas por el PP, se enzarzan en el debate de la ‘modulación’ del número de manifestaciones en el centro de la capital. Lo que ni unos ni otros aún saben es cuándo los radicales volverán a reventar una protesta legítima únicamente como reclamo para darse a conocer y animar a otros para hacer lo mismo. "Si sirvió en Gamonal, ¿por qué no puede servir aquí?", piensan. Además saben que cuando hay violencia los medios de comunicación van (vamos) a estar ahí para contarlo. Otro reclamo en el que picamos.

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