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Carolina Román y Susana Hornos en ‘María Teresa y el león’: «En este país estamos olvidando mucho»

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Utilizáis el apelativo de ‘homenaje’ para referiros a la obra. Sin embargo, la misma se encuentra cargada de un halo político teniendo en cuenta temas de actualidad como son el feminismo y la memoria histórica ¿Cómo se traslada toda esa expresión a la propia función?

Carolina: Había muchas mujeres de la generación del 27 que eran auténticas luchadoras por el derecho de la mujer; grandes intelectuales que han quedado como esa nebulosa y creo que merecían ser mencionadas en los libros de texto. Es parte de una generación muy potente. Me gusta la palabra ‘homenaje’ porque de alguna manera se extrae a la memoria de hoy algo olvidado.

Sobre que el feminismo, está de moda… María Teresa era republicana, miliciana y militante, junto a su segundo marido, Rafael Alberti. Era una persona poliédrica, con muchas caras de su personalidad y vida: era la responsable de salvar, entre otros, cuadros ‘Las Meninas’ de Velázquez; era escritora, locutora, cineasta… Menos poesía, creo que lo ha hecho todo. Como toda mujer de la época, ha quedado en la nebulosa. Hoy por hoy, el feminismo trae la visibilidad de los derechos de la mujer, pero fíjate de qué época viene. Por esto es un honor a ella, ya que es una de las mujeres que nos ha abierto el camino y ahora nos toca a nosotras continuar.

Susana: Soy pesada al decir que estoy encima de un escenario, he podido votar, escribir, hacer mi vida, gracias a mujeres como ella y a mi familia, pero muy principalmente por esa memoria de esas mujeres, y hombres también. Es muy sencillo desde mi posición decir ser feminista; difícil era antes y me parece que tengo un camino que ya iniciaron mujeres como ella. De ahí surge el homenaje. Y surge en María Teresa y en tantas María Teresas.

Ella tuvo una gran visibilidad por ella misma y por ‘ser mujer de…’. Hay tantísimas mujeres que terminaron como terminaron, y que son las que han labrado el camino. Lo siento como un compromiso a la hora de contar historias.

 

¿En qué aspectos de la vida de María Teresa se ahonda?

Carolina: Martía Teresa ha muerto de alzhéimer en Madrid después de 40 años de auxilio. Ella empezaba a intuir que algo malo tenía en la cabeza. De ahí escribió ‘Memoria de la melancolía’, explicándonos lo que estaba pasando, dejándolo por escrito. Yo he cogido el tema de la memoria como punto de partida de esta función. Digo memoria interna, refiriéndome al alzhéimer, y memoria externa, que es la histórica.

He querido tener la puesta en escena con una escenografía que nos trasladase a la cabeza de María Teresa en sus últimos momentos de vida antes de fallecer. es una escenografía que nos permite ir a diferentes partes de su vida. Contamos la enfermedad, hasta sus últimos días, y en paralelo esa escenografía que tiene una inclinación concreta, con un solo taburete que se va trasladando en el tiempo como metáfora de esta enfermedad. Vemos a María Teresa León joven: la que salva los cuadros, cuando le encargaron llevarlos al Puente de Arganda -que era más alto-; la vemos en Buenos Aires, en Roma; el día que se enamoró de Alberti… vemos muchas facetas de su vida porque en su memoria están vinculadas. No sólo vamos a ver a la republicana y miliciana, sino la faceta más humana, íntima, casi doméstica, de María Teresa.

 

¿Cómo se llega condensar todas estas facetas encima del escenario? Y es que no solo cuenta la carga emocional y personal de la propia María Teresa, sino los saltos en el tiempo. Se crean una serie de ramificaciones que a la hora de trasladarlas al público dificultan la asimilación ¿Cómo es ese trabajo de encauzar toda esa densidad en un guión?

Carolina: Susana Hornos me presenta un texto maravilloso, pero con muchas ramas, porque la vida de María Teresa así lo era. Hemos, mediante una asistencia y colaboración en los ensayos, intetado rescatar cosas muy concretas para que desde la butaca no quede nada sin entender, pero sin darle todo masticado. Opto por que el público sea activo y pueda hilar, con facilidad, el cuentito. De eso me ocupo mucho.

He tirado por la línea sencilla, pero hemos llegado a esa sencillez. Fue mucho trabajo de la escritura, de poner en pie, de ver si se entendía, si había que quitar algo y poner esto otro. Ha sido un encaje de bolillos chinos para quedarnos con lo esencial y que sea muy sencillo de entender. Quiero que la gente salga de la función, no aleccionada, sino con curiosidad de saber quién era María Teresa.

Susana: He sido muy afortunada con la dirección de Carolina, porque yo tenía mucha información de María Teresa; tenía hasta su voz metida. Carolina tuvo el acierto de que crease mi propia María Teresa. Imitar y haberla creado desde ese lugar, de mimetizar sus gestos, movimientos y voz hubiese sido otro tipo de trabajo. Ella optó por algo que para mí ha sido maravilloso: crear mi propia María Teresa, desde lo emocional y pasional, desde mi propia yo. Fluye algo que es muy real, y es lo que estamos intentando.

 

¿Por qué un perfil más personalista y menos enfocado a las facetas profesionales?

Carolina: Hablando de lo micro hablamos de lo macro. A mí me interesa la domesticidad de la gente, su parte más íntima, porque la empatía es mucho más directa, es más fácil de conectar y entender. No es pretencioso, no se intenta hacer una bibliografía, para eso está Wikipedia, sino que me interesan más las aristas: cómo se desdoblaba, a qué se aferraba, cómo llegan los recuerdos -ya que todos tienen un punto de partida-… Es a través de ello con lo que conocemos su biografía.

Me da mucha pena y ternura y desesperación pensar que ella dijo ‘algún día volveré a Madrid’ y no se enteró de que estaba en Madrid al volver después de 40 años. Eso se merece contarlo.

 

¿Cómo ha sido el sacar varias caras -cambiar casi de registro a la hora de interpretar-?¿Cuál te ha costado más?

Susana: Si pienso en el que más me ha costado, creo que es cuando estamos en esa cabeza de alzhéimer, en esa conciencia que tiene dentro, y que los demás no vemos en una persona enferma. Hay un momento que empezó a surgir como algo aniñado. Me costó ese principio en el que no eres ni joven ni vieja, sino que eres una conciencia dentro de esa cabeza. El resto es más o menos el mismo registro. Pienso en la energía de la mujer, veo las fotos de ella mayor y tenía unos ojos que irradiaban tanta energía… inclusive en ese cuerpo que se va deteriorando y en el que pasa la edad. Siempre estaba esa luz en los ojos. Lo otro, el cuerpo lo vas un poco transformando.

 

¿Cómo ha sido ahondar en esta mujer y encauzar la historia para vosotras personalmente?

Carolina: La enfermedad la conozco muy de cerca. Quizá por eso la empatía es directa desde un inicio conmigo y con Susana. Hemos intentado construir a María Teresa desde la misma Susana. Hemos visto muchas imágenes de María Teresa, los audios, las cosas que hacía de teatro. Eso es información. Hemos querido trabajar desde la actriz, desde su cuerpo y energía, y partir de la actriz para empaparnos. Han surgido casi orgánicamente un montón de cosas que no estaban en el texto. 

Susana: En este país estamos olvidando mucho. Si de pronto la gente que viene a ver la obra de teatro piensa ‘¡Uy!, si mis abuelos me vieran’. Que surja de nuevo esa empatía, de los que llegan e intentan llegar, de aquí y allá. Y no hablo sólo de España, sino de esta Europa que se va derechizando a pasos agigantados. Si el espectador reconoce nuestro exilio y piensa lo que implica para una familia, o persona, dejar toda su vida por buscar algo mejor; que urja esa empatía o ese recuerdo de lo que somos como país, como sociedad; no olvidemos.

 

Además de la interpretación de María Teresa está la melodía que va acompañando a la actriz ¿Cómo fue la incorporación de dicho elemento a la obra?

Carolina: Empezamos a ensayar con la música de Pelayo, que llevaba dos años componiendo, sin saberlo, para esta obra. Acompañó el ensayo con una chelista y un piano. A partir de ahí, cuando poníamos en pie las escenas, la música fue nuestra guía, disparando un montón de cosas. Se suele dejar la música para un último caso, pero no fue así. La música no está al servicio de la historia solo, sino que viste y dice mucho a la hora de hacer de todo una sola cosa.

Susana: No te haces idea de lo que me acompaña, inspira, lo que produce en escena. Cuando me dicen que estoy sola en un monólogo digo que no estoy sola, sino que estoy con todo lo que han creado Alessio, Pelayo, Marta y Leandro. Es un paso que doy en escena.

 

Después de esta obra ¿Qué sensaciones han quedado?

Carolina: Es la primera vez que me enfrento a un texto que no es mío, dirigiendo además un monólogo. Me llevo muchas cosas nutritivas; me llevo haber aprendido más sobre esta mujer -la conocía superficialmente y no en profundidad-. Me lleva toda la admiración y me ubica en el compromiso de seguir haciendo teatro para darle voz a los que no lo tienen. Todas las funciones que he dirigido tienen que ver con eso. Me llevo muy buen sabor de boca. Ha sido un reto y creo que me ha llevado a un muy buen puerto.

Susana: Me quedo con muchas cosas. Siempre se habla mucho de la soledad del enfermo en la obra. Con una amiga comentaba que ‘no es soledad, es el abandono’. Es el abandono de nuestros enfermos y mayores. Me queda una mirada cuando salga a la calle. Siempre la he tenido porque he vivido de cerca ese abandono al estar cuidando a mi marido mucho tiempo y sé qué es que te abandone todo el mundo. Esa visión me penetra muchísimo si voy por la calle y veo a una mujer con un bastón que apenas puede caminar; si veo a jóvenes con móvil en el metro que no ceden el asiento, todo me atraviesa y me clavan un estilete.

 

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