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Diario de un zamorano de festivales: La huida de Madrid

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No le falta razón. Pero uno que se dedica a escribir de política y sucesos tiene dos grandes temores en esta profesión de los demonios: tener que narrar un partido de fútbol y un concierto de música al detalle. Reconozco que lo segundo me cautiva, me presta y me pirra mucho más que lo primero. Por eso, con apenas media semana de antelación, me embarco en la aventura de presenciar y reseñar lo que me acontezca en tres festivales de música consecutivos durante los próximos 12 días (Iboga, Low festival y Arenal Sound).

Emprendo rumbo a la primera cita. Escribo desde un ‘blablacar’ que acabo de tomar en la madrileña avenida de América rumbo a Tabernes (o Tavernes en valenciano) de la Valldigna, una ciudad de 18.000 habitantes situada a 54 kilómetros al sur de Valencia capital. Felipe, el conductor del coche –ya me ha vuelto a tocar el típico rata que incrusta a tres personas en los asientos posteriores, me cago en la puta de bastos– me corrige asegurando que Tabernes no es una ciudad, sino un pueblo que, salvando el festival, está “mazo muerto”. En ese punto, le interrumpo. Pueblo el mío, de 500 habitantes y 2.000 ovejas perdido en el norte de Zamora.

No hay viajes con desconocidos donde no tenga que explicar dónde está Zamora, que no está por Cuenca ni encima de Teruel, oiga. Y aunque no soy profeta ni en mi tierra ni de mi tierra, utilizo siempre la circunstancia casual de mi nacimiento cuando no sé explicar algún punto de mi carácter o no quiero hacerlo. Y como no sabía qué título poner a este diario, he vuelto a recurrir a la sagrada fórmula.

En fin, seguimos en viaje en ‘blablacar’ de manera apacible. Felipe es de los festivaleros que se lo han currado a conciencia y vamos escuchando en lista los mejores temas con los que nos deleitará el Iboga. Y es que la organización espera a 30.000 asistentes como él, apasionados de los mejores sonidos balkan, gypsy, swing, ska, electro-swing, ska–jazz, gypsy-punk, reggae y sus fusiones. El año pasado mi colega Roberto me detalló lo divertido que era la música balcánica –ya veremos qué es gypsy– y, en definitiva, me convenció para acercarme, aunque sólo sea por un día, a este evento. De todas formas, esto de la fanfarria y la trompeta me sigue recordando más a la charanga de mi pueblo (mierda, ya volvemos a mi pueblo) que a un festival. Pero hemos venido a sorprendernos…. Y el resultado nos da igual.

En el cartel de ese año destaca el aclamado director de cine y músico Emir Kusturica junto a su banda The No Smoking Orchestra, que dicen que hace conciertos una auténtica fiesta de color y alegría. También se subirán al escenario el grupo francés Hilight Tribe, veteranos y exóticos maestros de la psicodelia. El reggae llegará de la mano de los jamaicanos Inner Circle y sus himnos Bad Boys y A La la Long, imposibles de olvidar para los que tenemos ya una cierta edad:

Por su parte, los neoyorkinos Too Many Zooz darán su primer show en España combinando saxo, trompeta y percursiones de todo tipo. De los balcanes, ahora sí, llegan los enérgicos Dubioza Kolektiv. Desde Bosnia y con alto contenido de denuncia social. Y de Serbia aterrizan los S.A.R.S. que actuarán por primera vez en España con instrumentos de cuerda, viento y percusión al ritmo de rock, blues, folk y jazz. Pero estos son sólo algunos de los muchos grupos que tocan este fin de semana en el Iboga. Me temo que quedaré con ganas de más Igoba. O no. Mientras tanto, a ver si soluciono esta cuestión de dónde dormiré esta noche, querido diario.

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