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Loquillo en Las Ventas

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“¿Harás una crónica de este concierto, no? Si no, es para matarte.” Me lo dice Francisco Blanco bajando desde el siempre fanático tendido 7. Miro el reloj de la Plaza, esa luna llena con agujas que hoy veo borrosa, y son casi la una de la madrugada. El tiempo ha pasado volando, como llevado por un tiro. De Madrid al cielo. Se ha cumplido el dicho con un concierto sin concesiones. Conciertón.

Todos los indicios ya encaminaban a que sería algo antológico: entradas agotadas desde julio a pesar de haber actuado gratis en las fiestas de varios pueblos de la Comunidad en los últimos tiempos, las enormes colas desde las siete de la tarde cuando el comienzo estaba previsto a las diez.

Pero entremos en harina. Puntualidad británica y pasodoble. Salud y Rock & Roll a pesar de la sinusitis que me atraviesa el cráneo como un relámpago espeso. Apuestas por el tema inicial: Viento del este. Hay ganador que se lleva cerveza extra. Yo, con antibióticos y bufanda umbraliana.

Tiene Loquillo una planta rotunda y sobria, de riguroso negro como un Johnny Cash patrio, con tupé ya tocado de platas y la actitud y pose de saberse un auténtico rocker, adelantando el pie del micro como la pica de un conquistador a medio camino entre el macarra ilustre y la poesía; instalado en ese lumpen lírico que tan bien se le da.

Los temas se enlazan sin presentaciones ni tiempo para aullarlos, con la urgencia de una banda a la que poco le ha durado la contención con la que ha salido antes de meterle al desborde con guitarras maravillosamente orgánicas y entre clasicazos como Rompeolas –un tema que por sí mismo bien vale un concierto-, Las calles de Madrid –ineludible por estos lares-, Memoria de jóvenes airados –de ese gran disco bisagra que fue Balmoral, ya sin los Trogloditas, y titulado así en recuerdo de todo lo vivido en esa coctelería del madrileño barrio de Salamanca tan mitificada también por Luís Alberto de Cuenca –letrista que fue y será-; los temas, como decirlo, más adolescentes: Yo para ser feliz quiero un camión, Esto no es Hawaii…, y esos hachazos que son Feo, fuerte y formal y Rock and Roll Star como previos para la bomba final que no podía ser otra que Cadillac solitario. Buena salud y buen Rock & Roll. Aquí la tienes, Fran.

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