La Segunda Guerra Mundial ha estallado de nuevo y el Teatro Alcázar se ha convertido en escenario improvisado de la ocupación nazi. Los responsables de este anacrónico atropello son Álvaro Lavín y Julio Salvatierra que se han atrevido a poner sobre las tablas una cuidada versión del mítico clásico de Ernst Lubitsch, Ser o no ser. La adaptación, fiel a la obra maestra del cine mundial, narra las peripecias de una compañía de teatro durante este periodo tan ajetreado de la historia. Sus actores sólo persiguen poder levantar el telón cada noche para su público, en plena convulsión bélica, pero acabarán afrontando una peligrosa misión como miembros de la resistencia. La lista de los disidentes la conforma un contingente de lujo, encabezado por Amparo Larrañaga -que vuelve a los escenarios tras varios años de ausencia y éxitos televisivos-, José Luis Gil –Aquí no hay quien viva-, inmejorable en su interpretación, Carlos Chamarro –Camera Café– y Diego Martín –Hermanos y detectives-, entre otros. Un reparto de lujo que ofrece un espectáculo lleno de sorpresas, humor ingenioso y situaciones hilarantes. “Se trata de una comedia de cinéfilos, pero la gente no la recuerda”, afirmaba Larrañaga durante la presentación de la obra. Para ella, encarnar el personaje de María Tura le ofrece la posibilidad de recordar a su abuela y “a la historia familiar de una actriz de los años cuarenta, con una gran feminidad, luminosa y muy empática”.
Escrito originalmente por Melchor Lengyel como relato, Ser o no ser se convirtió en película, una comedia mítica que el director de la obra espera to-dos vayan a comprar después de acudir al teatro.
