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Charo Soriano: «Antes reía o lloraba en el teatro, ahora es más frío»

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Estoy pasando la peor época de mi vida y es que me he quedado sin familia. Hace tiempo que no trabajo por desgracia”. Con esta contundente frase sorprende Rosario Soriano Urbano, más conocida como Charo Soriano (Madrid, 1928). A sus 86 años nos recibe en su pequeño apartamento de Chamartín donde vive rodeada de valiosos recuerdos que avalan su impecable y dilatada trayectoria como actriz. De 2011 data su último trabajo en televisión y tras el fallecimiento de su hermana hace tres años, “parece que fue ayer”, apunta Charo, manifiesta sentirse en cierto modo “desamparada”. Tiene un primo lejano y sobre todo muchos amigos y compañeros de profesión que la arropan cuando acude a estrenos de obras de teatro y demás eventos. No ha perdido la vitalidad, “hay días que me quedo en casa y me vengo abajo”, indica, pero es entonces cuando recupera el ánimo y sale a la calle.

El caso de Charo es el de muchos actores y actrices relegados al olvido. Ella pertenece a una clase de intérpretes en peligro de extinción, de los que aún saben decir el verso. “Antes reía o lloraba en el teatro, ahora es más frío, no existe vibración salvo contadas excepciones”, explica la actriz. Su clave sobre las tablas ha sido siempre “dominar enormemente el texto”, así como olvidar al público y tenerlo presente a la vez. Además, según ella, “una de las cosas más difíciles en el escenario es escuchar, porque como pienses en otra cosa, se nota”.

Charo encarnaba habitualmente a mujeres desgarradoras y de armas tomar. Para hacerlas creíbles dedicaba muchas horas al estudio y trataba de “humanizarlas”, expone, e intentaba “sacarles lo que les pasaba por dentro, los personajes no es lo que hablas, sino como lo compones”. Quizá sea similar al método Stanislavski y tras mucha preparación, “lo bonito de la interpretación es saber crear varios personajes”, opina Soriano.

Inicios en el Teatro Español

Eran los años 50 y para dedicarse al mundo de la interpretación no era tan sencillo como ahora, pasar un casting y punto. Para Charo fue más complicado, con 16 años contemplaba desde el proscenio como los grandes actores de la época ensayaban en el Teatro Español. Al fondo del escenario, en el lado izquierdo, se sentaba siempre que podía para observar con detenimiento a los intérpretes. La actriz era “como el último mono”, así lo recuerda, pero tras un año llegó el día esperado y fue llamada a una prueba como meritoria junto a otros dos chicos.

Previamente Charo fue aconsejada, “alguien me sugirió que fuera a la casa del actor Pepe Franco para recibir clases y fueron maravillosas, tenía poquito dinero y me dijo que cuando fuera famosa le pagaría”. Pepe no se equivocaba, porque llegó el día del examen frente a Cayetano Luca de Tena quien dio el visto bueno a Charo, “a los otros dos chicos les tumbaron y me dieron el carnet”. Y es que para ejercer en la profesión era necesario tener una acreditación, aunque tan solo fuera para decir una frase en escena. Desde ese preciso instante, Soriano plasmó su firma en un contrato para iniciar su fulgurante carrera.

Tras encarnar numerosos personajes en más de una veintena de obras de teatro, será en 1968 con ‘Marat-Sade’ y de la mano del director Adolfo Marsillach, cuando a Charo Soriano le llegará el mayor éxito profesional como primera actriz en el mismo Teatro Español. La obra de Peter Weiss pudo franquear la censura y ver la luz en España, al igual que lo hizo en el resto del mundo. “Son de esas cosas que solo puedes vivir una vez en la vida”, recuerda Charo, y añade que el día del estreno “no se podía circular por la calle del Príncipe y la plaza Santa Ana estaba abarrotada”. El furor de las calles era aún más grande si cabe en el interior del teatro, donde Marsillach ideó para la representación que se instalara una jaula en el pasillo central para encerrar a algunos actores que interpretaban a locos de un manicomio. Con todo listo el día del estreno, Charo llegó al camerino y se encontró un ramo de flores junto a una tarjeta que aún conserva y se lee: “Esta va a ser tu gran noche… artística, me refiero”, firmado por Adolfo. Y así fue, porque recibió un premio por su papel en el ciclo de Teatro Latino y el ‘Marat-Sade’ se convirtió en un éxito, supondría un antes y un después en la escena española.

Reconocimiento en el cine

La carrera cinematográfica de Charo no fue menos significativa que la teatral. En 1966 a la edad de 38 años debutó en el cine con ‘Mañana de domingo’, la primera película de Antonio Giménez Rico. El mayor reconocimiento de crítica y público le vino con su papel de Petra en ‘La casa de las Chivas’ (1972) bajo la dirección de León Klimovsky. Por aquel film fue galardonada por el Sindicato Nacional del Espectáculo y le serviría para catapultar su presencia en la gran pantalla, sobre todo en los años 70 y 80. Además, pudo trabajar con cineastas de la talla de Carlos Saura en cuatro películas: ‘Stress-es tres-tres’ (1968), ‘El jardín de las delicias’ (1970)’ ‘Mamá cumple 100 años’ (1979) y Ana y los lobos’ (1972). Para rodar este último film, Saura firmó un acuerdo con Marsillach, “un coche me recogía las seis de la mañana, me llevaba a El Escorial donde se rodaba una película y a las seis de la tarde volvía al teatro para hacer mis dos funciones”, rememora la actriz. Y es que en caso de no llegar a tiempo, el cineasta tenía que correr con el gasto de todo el patio de butacas, algo que por fortuna para el bolsillo de Saura, no ocurrió.

Charo tuvo la fortuna durante su carrera en el cine de ser dirigida por Jaime de Armiñán, José Luis Garci, Ramón Fernández, Miguel Ángel Rivas, José Luis Merino, Manuel Iglesias, Germán Lorente, Ángel del Pozo, Juan Estelrich, Antoni Ribas, Carlos Serrano y por el propio Marsillach en ‘Flor de santidad’ (1973). Tras una pausa de 12 años, Charo regresó al cine en 1997 con ‘Cosas que dejé en La Habana’ bajo la dirección de Manuel Gutiérrez Aragón. Desde entonces intervendría en la película ‘Leo’ (2000) de José Luis Borau, con la que concluye su paso por el cine. En televisión también tuvo una presencia constante durante décadas con intervenciones en Estudio 1 así como en la serie ‘Silencio Estrenamos’ (1974) de Marsillach. Tras aparecer en series como ‘Hospital Central’ (2002) y en varias obras de teatro, su último papel fue el de la reina Victoria Eugenia en la miniserie emitida en Antena 3 ‘Sofía’ (2011).

Una casa llena de recuerdos

Cinco hojas resumen el trabajo en cine, teatro y televisión de Charo y que muestra con orgullo. Tiene una mente prodigiosa y, aunque en ocasiones le cueste recordar, es capaz de recitar en verso y de memoria durante varios minutos. De hecho, la actriz ha sido invitada en varias ocasiones a eventos donde ha demostrado con creces sus dotes con la palabra. Para no olvidar vive rodeada de recuerdos, decorados de Francisco Nieva de la obra ‘El Tartufo’ (1969), una servilleta firmada por el director de cine Jean Negulesco, junto a una pieza del escenógrafo Vitín Cortezo, entre otros. Sobre todo muchas fotos que inundan los estantes de la casa de Charo, instantáneas de los rodajes con Saura, junto al actor Fernando Fernán Gómez y otros grandes de la profesión con quienes trabajó.

La vida sentimental de Charo estuvo ligada al periodista radiofónico español, Cirilo Rodríguez, con quien contrajo matrimonio, “fue mi gran amor, mucho tiempo estuvo de corresponsal en América”, recuerda la actriz, quien se separó de él argumenta, porque “tenía una profesión bien distinta”, fallecería en 1980. Actualmente mantiene cierta relación con algunos sobrinos de Cirilo, quienes la conocen como “la tía Charo”. Asimismo, le unía un gran vínculo con la actriz que nos dejó en 2004, Nuria Torray. “Éramos como hermanas y teníamos muchos chicos alrededor”, comenta la intérprete entre risas. Nos narra una anécdota con ella, “fuimos a Benidorm y unos hombres nos persiguieron, nos hicimos las interesantes y cuando llegamos al hotel ellos aparecieron antes”, lo que sucedería después se lo guarda Charo, porque ella entiende que eran “gamberradas de entonces”. Años después, cuando Nuria se quedó embarazada, tras casarse con el escritor Juan Guerrero Zamora, Charo nos revela que fue la primera en ver a su hija, la también actriz Alejandra Torray.

Acabamos nuestro encuentro hablando del 21% del IVA cultural, algo que le parece “terrible” a Charo, quien a su vez aprecia el trabajo de la Fundación La Casa del Actor, porque beneficia a “muchos mayores que por desgracia no han tenido la suerte que yo al tener mi casa”. Aún no se ha apagado la energía que desprende la intérprete madrileña, a quien le gustaría que se le recuerde en un futuro “no solo por mi calidad como actriz, creo que he hecho un buen trabajo”. Su seña de identidad es la calidez humana que desprende, porque sigue y seguirá siendo Charo Soriano, una artista con palabras mayúsculas.

 

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